9 sept 2013

Tu boca es una tumba

No recuerdo exactamente qué edad teníamos mi hermano gemelo y yo, tal vez seis o siete años. El televisor aún era en blanco y negro y evidentemente de esos con dos perillas (UHF y VHF), más el botón de encendido y volumen. En ese aparato que sobrevivió varias de nuestras orinadas, vaciadas de tetero y dos o tres desarmadas para ver cómo era por dentro, vimos varias veces uno de los programas más miedosos de los que tengo memoria.

Lo presentaba Hernán Castrillón, pero originalmente el presentador era Vincent Price y en la programación colombiana aparecía -el programa- como Cita con los clásicos del terror. En esa serie contaban historias "de miedo" basadas en cuentos populares, si no estoy mal, ingleses. Una de esas noches, la historia trataba sobre un ladrón de tumbas que profanaba los sepulcros en busca de joyas y dientes de oro, porque aunque muchos no lo recuerden y otros no lo crean, los dientes podridos los reparaban forrándolos en oro, cuando se trataba de alguien adinerado… o que quisiera aparentarlo.

Mi papá nos explicó ese asunto de los dientes de oro mientras veíamos con atención la historia en blanco y negro. Nos dio ejemplos de conocidos que luego de haber perdido su salud bucal habían logrado enjoyarse parcial o totalmente una que otra pieza dental, y sirvió esa historia de terror para conocer el sentido de una expresión que siempre ha sonado en la boca de los antioqueños: mañé. Aprendimos al son del miedo que la gente que no se lava los dientes tiene caries, y luego calzas; y que a veces esas calzas las hacían en oro. Aprendimos que una cosa de mal gusto se le dice "mañé" y que si no le roban esos dientes de oro estando vivo, seguramente cuando muera llegará alguien con un par de alicates a arrangarle al cadaver lo que las bacterias no se alcanzaron a consumir.

Tal vez la historia del robatumbas, que termina él mismo enterrado vivo en un ataúd mohoso mientras quería alzarse con unos cuantos gramos de oro, nos marcó tan intensamente que logramos sobrevivir hasta hoy, casi cuarenta años, sin una sola caries, ninguna calza, y mucho menos metales preciosos entre la boca. Hoy no sé qué me impactó más: si la posibilidad de que al morir un ladrón se llevara mis dientes o que mi sonrisa dorada fuera señalada como mañé, hasta después de muerto. ¡Qué va! Fue la educación de la casa y las visitas del "Doctor Muelitas" al colegio cada dos meses con sus busesitos de cartón, la violeta genciana y el flúor, las pastillas reveladoras y la crema y el cepillito de regalo.

Así como con el cepillo y la crema se diluía la amarga violeta, se fue diluyendo en los años 80 esa costumbre "orfebreodontológica" y por un tiempo dejamos de ver gente con sonrisa de oro, seguramente por que también se fue diluyendo el poder adquisitivo y el señalamiento de mañé cobró una fuerza impresionante. En los 80 y 90, esos dientes de oro solamente se veían en individuos de las clases más populares que se aferraban a sus dientes moribundos con los ahorros de toda su vida, cargando el patrimonio en sus herramientas de calcio que le sirven para masticar morcilla y ruñir huesos de pollo.

Hasta que desaparecieron los dientes, quizá los ladrones empezaron a robárselos a los vivos y los vivos a empeñarlos para pagar sus deudas.

El oro, para los que no saben, se produce junto a otros elementos importantes en la muerte de las estrellas que por la enorme descarga de energía y radiación modifican las estructuras atómicas cambiando unos elementos pobres en otros ricos y al explotar llegan a lugares como nuestro planeta en su cruda formación. Pues de muertes, el oro; que nace en la muerte de una estrella y por él han matado a millones de personas, animales y recursos naturales. Pero aunque muera la gente, la naturaleza y las estrellas, hay costumbres que se niegan a perecer.

Ya estamos viendo nuevamente a estrellas del espectáculo, no del espacio, llenándose los dientes con oro, platino, piedras preciosas y poniéndose cajas de dientes de muchos kilates para mostrarse en las pasarelas e inauguraciones, exhibiendo con orgullo sus inversiones "orfebreodontológicas" para mostrar riqueza y poder… recuerdo el diamante de Diomedes Díaz como uno de los retornos triunfantes de la joyería oral y como gran ejemplo de que "gente guasca" hay en todas partes, pero eso fue hace como 10 o 15 años.

Miley Cyrus es linda, pero esos dientes
de oro dan qué pensar… y lo del bong
y los videos eróticos, y las borracheras…
Hoy vi en El Tiempo (Fucsia) una galería fotográfica de famosos que se pusieron joyas en los dientes, entre esos Madonna, Rihanna, Selena Gómez y Miley Cyrus. Mi primera impresión fue: "gente guasca hay en todas partes" y "la plata no quita lo mañé", pero tras pensar nuevamente en los orígenes que yo conozco de esa práctica, empecé a preguntarme si esas bellezas de mujeres, a pesar de los atractivas, famosas y adineradas, tienen los dientes más podridos que una letrina medieval.

El bling-bling me ha hecho pensar en que quizá esas mujeres hermosas a quienes les sobra mucho dinero, carecieron de las "visitas del Doctor Muelitas" y sus bocas son como las tumbas del profanador, bóvedas putrefactas que guardan voces de oro y dientes de oro, que ocultan ecosistemas bacterianos que se debaten en luchas por la supervivencia y consumen lentamente la dentina disfrazada de bonita. Pero a mí no me convencen. Aunque Selena Gómez y Miley Cyrus son bonitas, sus dentaduras metalizadas y brillantes me remiten al campesino que cubrió una "muela coca" con la argolla de matrimonio que le heredó la abuela, me recuerdan la conversación que tuve hace poco con un amigo odontólogo, quien nos decía que a veces, por la calidad del hedor que emana la boca de un paciente, él puede diagnosticar el tipo de infecciones que padece y que luego se verifican con pruebas de laboratorio.

"Cochino", dirán mientras leen… cochinos esos que se perfuman sin bañarse o que se remiendan los dientes podridos con oro. Me imagino también si habrá ladrones especializados, como aquél profanador, en asaltar las mansiones de los raperos y las cantantes para robarles sus dentaduras postizas, me pregunto si alguna vez ellas salen con guardaespaldas para evitar, además de manoseos, que de un puñetazo les saquen esas joyas dentales como quizá le sucedió a Mike Tyson, otro ejemplar de esta práctica estética.

Que me digan pasado de moda no me importa, pero encuentro que el bling-bling en la boca es de lo feo que hay y que sin remedio, pienso que esas personas tienen los dientes podridos y que un bostezo les huele a tumba.

ACTUALIZACIÓN: el 18 de septiembre apareció un artículo que advierte sobre algunos risgos para la salud que puede haber en implantarse aplicaciones lujosas. Lea la nota NO TODO LO QUE BRILLA ES ORO, EL RIESGO DE LOS DIENTES DECORADOS

1 comentario:

  1. je je je... a eso hay que sumarle los que se tatúan la dentadura y los ojos... poco agradable, no importa lo costoso que resulte.

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