26 ene 2016

Un buen amigo vale un ojo de la cara

Ésta es "otra historia". Medellín, 1998
J.A. Cano, agradecido con vos toda mi vida

Tal vez eran las siete y media u ocho. estaba sentado en una oficina discutiendo con los demás miembros del consejo de administración cualquier asunto importante, de esos que se discuten en una unidad residencial. De pronto sentí un dolor intenso en el ojo derecho, como si me hubieran pegado un papirotazo y como reflejo me tapé el ojo rápidamente con un expresivo: ¡jueputa!

Para corregir el astigmatismo por el queratocono
es que debía usar lentes gas permeables
Los consejeros se espantaron y preguntaron qué me pasaba. Entre disculpas expliqué que seguramente se me había intentado saltar un lente de contacto y eso a veces duele. Como siempre expliqué que mis lentes son gas permeables y no blandos, y que eso conlleva algunas molestias, pero ésta era nueva. Revisé con un espejo prestado y el lente seguía en su posición.

En lo amena que pudo haber sido la reunión, más o menos una hora más tarde sentí el dolor, esta ocasión más intenso y un poco más prolongado. Opté por retirar el lente de contacto y solicité se me excusara para ir a mi casa a guardar el lente problemático, sin embargo quería cerrar el tema. ¡TIN! Otra vez el dolor, cada vez peor, así que huí a mi casa (apartamento) que estaba a pocos metros de la oficina.

Al llegar a mi casa, que era el hogar familiar en mi soltería, llegué derecho al baño a quitarme los lentes de contacto, ponerlos a desproteinizar y ponerme las gafas, tomarme un Advil y a comer. No pasé del Advil, el dolor ya era constante, como un martilleo palpitante en la córnea y sabiendo que mi salud estaba en riesgo, engullí otras dos grajeas, fueron 1.200 mg de un tiro con los que esperaba eliminar semejante dolor tan insoportable.

Hambre, pero no tenía ganas de preparar nada, me comí unas salchichas crudas y empecé a apagar las luces. No grité pidiendo ayuda, no por ser extraordinariamente valiente y estóico, sino porque no había nadie: toda mi familia, incluyendo tías y primas, se había ido de vacaciones a más de 12 horas en carro, a la costa Caribe colombiana. Solo empecé a desesperarme con el dolor que comenzaba a marear y decidí acostarme. 

El dolor era tan intenso como si a una migraña le diera migraña, como la escena aquella en que Oberin Martel sale de la historia. Lloraba del dolor, me retorcía en mi cama bañado en lágrimas y mocos, no sé cuánto tiempo pasó: si minutos u horas, pero llegó el momento en que perdí el sentido.

Tsssss, tssss, tssss, tsssss

El beeper se activó con la alarma y por reflejo me levanté como todos los días a mi rutina matinal. El dolor seguía allí, pero no tan intenso, ya me estaba acostumbrando. Tenía la vista más nublada que de costumbre y supuse que era por mi noche plañidera. Me rasqué los ojos queriendo quitar las lagañas, pero en el ojo derecho la "nube" seguía por mucho que rascara. Fui al espejo del baño y me tapaba uno ojo y el otro: se ve, no se ve; se ve, no se ve; se ve, no se ve. Por el ojo derecho veía blanco y me arrimé lo más posible al espejo para detectar dónde tenía la mugre.

Leucoma corneal...
Ese fue el diagnóstico, pero este no es mi ojo
No había mugre, tenía el ojo blanco, no tanto como el maestro de Kwai Chang Caine, pero lo suficiente como para estar ciego. Me senté a llorar en el sanitario mientras decidía qué hacer. Fui a trabajar sin lentes de contacto ni gafas, manejé esa moto no sé cómo y llegué a la rueda de prensa en el auditorio del IDEA. Allá me senté junto a Álvaro (QEPD), un colega y amigo de entonces. Sirvieron tinto en pocillos de porcelana mientras que la directora de comunicaciones de la institución presentaba el tema. Al querer coger mi pocillo, no pude saber exactamente dónde estaba y simplemente lo tiré al piso entapetado junto con el plato, imposible ser más indiscreto.

- ¡Quiubo güevón! ¿No ha terminado la fiesta de anoche o qué, cuántos se tomó?
- No Álvaro, no estoy borracho, es que no veo por este ojo, y todavía me duele... ayúdeme a salir de aquí, por favor llame a don Jairo*, yo voy a ver cómo hago, tengo que ir a la casa por unos papeles para ir a urgencias.
- ¿Y la moto qué?
- La moto… no sé, dejemos esa HP aquí parqueada, yo vuelvo por ella cuando pueda.
Álvaro llamó al noticiero y explicó la situación, me ayudó a montar en un taxi para ir a mi casa y Juan David, el de Ondas de la Montaña, llevó la moto a la emisora. En la casa decidí pedir ayuda de mis amigos con carro, para que me llevaran al hospital más cercano. Saqué una libretica tipo acordeón, de las que se guardaban en la billetera, llena de nombres de mucha gente que conocía, algunos con carro, en esa época en que los celulares eran escasos, grandes y "de ricos".

A cada uno le conté que estaba ciego de un ojo, que me dolía y que necesitaba quién me llevara al hospital.
Este… "no puedo, tengo que hacer una vuelta"
Este otro… "es que de pronto llueve por la tarde y acabo de sacar el carro de lavada y encerada"
Esta… "No puedo, es muy lejos para mí"
Recorrí toda la lista y ninguno podía, me quedaba uno por llamar, uno con quien no tenía tanta confianza y fue el único que dejó lo que estaba haciendo y tuviera por hacer para ofrecerme su ayuda.

En las urgencias de Altamira me lavaron y vendaron el ojo y me dieron una orden para que me atendieran con extremada urgencia en la Clínica Medellín, en el centro de la ciudad, pues de no tratarme rápido podía perder el ojo.

Me atendieron con prioridad y el oftalmólogo me entregó los documentos para solicitar la queratoplastia penetrante lo antes posible, los papeles para pedir la donación en la Cruz Roja y unas instrucciones para cuidar el ojo mientras que resultaba mi turno en el quirófano. Con todo eso me fue bien. Ni tanto, la cirugía tuvo unos bemoles, pero esa es otra historia…

ACTUALIZACION: en este video aparece Alvaro dándole manivela a un archivador

*Jairo Cano, Jefe de redacción del Noticiero Todelar de Antioquia

6 ene 2016

No me interesa ser como José…

Aunque me llamo José

La nueva tendencia en memes es poner que José hace esto o lo otro, pero no lo publica en redes sociales, que José es inteligente, sea como José.
Yo sí soy como este José
En sí, por muy buenos que pretendan ser los consejos de José, constituyen una paradoja del uso de las redes sociales. ¿Para qué son éstas, sino para que la gente publique lo que le dé la gana?

Hay josés para decir que no pongan que se toman un café, o para que no se quejen del calor, para que no le digan a alguien que le gusta o que lo ama, para que no digan esto o lo otro. Con algunos estoy de acuerdo, por ejemplo estoy podrido por los ángeles y milagritos y las cadenas de la suerte que sugieren compartir para volverse millonario o si no, tener tres años de deudas. "Escribe amén y comparte".

Pero una biografía de Facebook -o muro como le decíamos antes- es un medio de expresión personal, lo mismo Twitter e Instagram. Ser como José por convicción es una cosa, pero ponerse a multiplicar estos mensajes es tan molesto como las actitudes que critican. A mí que no me gustan esas cadenas de la suerte, opto por ignorarlas aunque vengan de amigos queridos e inteligentes como José. Ya tendría una úlcera del tamaño de una papaya si me enojo con cada bolsa millonaria o con cada ángel que desfila por la pantalla.

Hay actitudes que José recibe mejor que otras, cuando se trata de fútbol no hay más tema en Facebook y pocos critican o se quejan. Uno de los atractivos que medianamente tienen estas redes, es la libertad de expresión limitada por las políticas de las compañías. Una teta en Facebook no dura diez minutos, pero perros con las tripas afuera, gifs mostrando sexo oral, pichones de traqueto mostrando armas de fuego, difamaciones y engaños, sí pasan.

Cuando uno se siente molesto por ciertas publicaciones, tiene varias opciones en Facebook:

  1. Pasar de largo
  2. Ocultar publicación
  3. Dejar de seguir a Fulano, si es que la persona es insistente con cosas molestas y no le interesa pero mantiene el contacto. 
  4. Ocultar todo de… cuando la persona replica publicaciones de algún sitio. Ejemplo las invitaciones de Candy Crush o las pendejadas de Señora Católica.
  5. Reportar publicación. Le da las opciones de notificar al equipo censor de Facebook si se trata de un perfil impostor, spam, pornografía, violencia o publicaciones que inciten al odio, asimismo de informarle al publicador y hasta bloquearlo.

Si me estoy tomando un café en Starbucks y me parece la cosa más extraordinaria del mundo, estoy en todo el derecho de ponerlo en mi perfil. Si quiero decirle a mi abuela lo mucho que la amo y quiero contarlo al mundo, ¿por qué no? Si usted cree que por multiplicar un mensaje de la suerte va a ser millonario desde el sofá de su casa, ¡hágalo! Si quiere poner una foto de sus pies con una playa al frente con el mensaje "esta es la vida que me merezco", para eso están las redes sociales.

Piense en estos medios -y por eso en Facebook se llama biografía- como un diario o una bitácora de su cotidianidad, y piense que si usted escribe su diario nadie tiene por qué venir a decirle qué anota ahí (a pesar de que sea de dominio público y propiedad de Facebook).

Para mí, estos josés ya se volvieron cansones y son una manera de decirle a los demás qué hacer e indirectamente tratarlos de estúpidos porque no son inteligentes como José. Es diferente un llamado al respeto y la tolerancia, a un modo ético de hacer las publicaciones, de promover buenos modales; pero decir que alguien no es inteligente porque a mí no me interesan sus ángeles o sus bolsas de dinero, no va con el espíritu de compartir en estas redes.

Sigan poniendo sus fotos en restaurantes, etiquetando amigos y poninedo paisajes con la temperatura ambiente, sigan publicando selfies, sigan registrando sus momentos especiales con mapas y contando si bostezaron o se tomaron un mojito en un bar en El Lleras; cierto es que a muchísima gente no le interesa, pero hay a quienes sí y es por ellos que usted es feliz publicando su vida; ahora, las implicaciones contra su seguridad que todo eso puede traer, esa es otra historia…