26 ene 2015

Tenemos Miss Universo

Desde que estaba chiquito ver la transmisión de Miss Universo y Miss Mundo era uno de los programas familiares obligados de todo el que yo conocía y por eso, como muchos, crecí escuchando y leyendo las críticas que la gente le hace a las participantes, los presentadores, los artistas que se presentan, las escenografía y por ahí derecho a los gobiernos y los sistemas económicos y políticos.

Desde anoche, una de las frases lapidarias en Facebook es "pan y circo", con sorna la gente se queja de que existan estos certámenes de belleza, y eso que la elegida es una colombiana. Yo no vi la transmisión, estaba ocupado con el sueño y los teteros de mis hijas y por eso mismo mi esposa ignoró el programa.

Supimos por la red social que había ganado una barranquillera y a los pocos minutos una llamada desde Colombia nos confirmaba esa alegría nacional. Hoy ha sido el tema tendencia en las redes y cuando muchos se alegran por el hecho, otros se remuerden de resentimiento mascullando la frase citada.

Paulina Vega

Que "es bruta", dicen unos, porque al parecer la respuesta a esa pregunta que le hacen antes de elegir a la ganadora no fue brillante, ni mucho menos digna de ser consignada en letras doradas en la fachada del Palacio de Nariño; pero tampoco fue una cosa de "hombre con hombre, mujer con mujer..." o que "...Confucio, el que inventó la confusión" y que "...todos los niños de América deberían tener mapas". Yo creo que esas muchachas tienen todo el derecho a decir cualquier estupidez que les salga en momentos en que la tensión y los nervios se combinan con la imperiosa necesidad de verse rozagante y feliz, y ocultar a toda costa que están cagadas del susto en un momento crítico que puede cambiarles la vida.

¿Quién no ha dicho una imbecilidad cuando no corresponde? ¿Recuerda usted cuando le presentaron a esa muchacha en unos quince? ¿Olvida acaso la mentira mal hecha que inventó cuando sus papás lo descubrieron haciendo algo indebido?

Yo no olvido que en la universidad iba perdiendo Opinión Pública, y mi única esperanza era sacar un cinco en una exposición sobre el surgimiento de la burguesía y las libertades colectivas. Investigué y preparé muy bien mi tema durante 15 días y cuando salí arrogante con mis notas, no pude decir sino "jueputa Gabriel (el profesor), se me olvidó el tema" y no pude siquiera escarbar en mis notas porque ya no era capaz de leer lo que escribí de mi puño y letra. Perdí y tuve que habilitar la materia, no quedé ni de virreina.

...Para que no vaya a ponerse nerviosa una mujer a la que se sabe le van a preguntar cosas malucas de responder, en una transmisión en directo vía satélite, que sabe que la está viendo hasta Bergoglio, que tiene ampollas en los talones por andar un mes en tacones, con un vestido incómodo y por lo general con un jurado implacable, que tal vez ha sufrido vómitos y diarreas por la comida extraña (tanto ella como el jurado), que sabe que diga lo que diga va a ser la próxima estrella(da) en Youtube y que si logra ganarse esa corona su vida va a cambiar definitivamente, por lo general para mejorar.

Hay mucho resentido por nada. Es cierto que los dineros que cuestan ese tipo de eventos bien podrían invertirse en educación o salud, que mientras las mujeres desfilan en trajes carísimos hay otras en países muriéndose de hambre o maltratadas por sus esposos, o violadas en la calle; es cierto que mientras la gente se queda viendo eso hasta media noche los conflictos bélicos continúan pudriendo el planeta. Todo eso es cierto, pero es más cierto que el amargado que critica tan reciamente a las reinas de belleza y los eventos de este tipo no puede prevenir las violaciones en India, terminar el conflicto colombiano ni proveer con comida y vacunas a los niños de Mozambique; por el simple hecho de no ver el reinado. Yo no vi el reinado y gracias a eso no he cambiado la vida de nadie.

Pan y circo ¡claro que sí! Y qué tal que no... qué tal que no existieran los reinados de belleza, especialmente en Colombia donde cada municipio tiene su certamen. Qué tal que no hubiera circo: sin fútbol, sin telenovelas, sin conciertos, sin cine, sin música, sin fiestas patronales, qué tal que no hubiera días festivos ni vacaciones.

La gente necesita entretenerse y hay oferta para todos los gustos, y hay costos y presupuestos de todos los tamaños. Uno de esos que critica el reinado aduce que esos dineros podrían invertirse en misiones más nobles ¿Cuánto es el salario de... digamos por ejemplo: James Rodríguez? ¿No sería mejor que cobrara una cantidad más modesta y esa plata la invirtiera en los niños huérfanos por la guerra de Palestina? No hay que ser tan tremendistas con las cosas, al que no le guste el reinado y que haya ganado una Colombiana, pues que no lo vea y que rumie su resentimiento con la esperanza de que esa amargura sirva para construir un mundo mejor, yo no puedo imaginarme un planeta sin entretenimiento, pero esa es otra historia...

Reflexión aparte: Qué pesar cuando las reinas de belleza dicen pendejadas por nerviosas, pero es muy distinto cuando las pendejadas las dice un presidente de un país petrolero que tiene el mayor número de reinas de belleza coronadas en la historia.

20 ene 2015

Responsabilidad de expresión

Cuando cuestiono a algunos creyentes sobre la existencia de la maldad en la humanidad, como parte de nuestra naturaleza, recibo como respuesta de eruditos y de otros con una formación corriente, que la maldad obedece al libre albedrío. Es éste uno de los elementos distintivos de los seres humanos, que obedecemos a nuestro pensar, a la conciencia, al deseo y todo ello regulado por mecanismos de toma de decisiones influidos por la cultura, la moral, la religión y la ley. La noción de libertad, ese concepto valioso, ha variado con el paso de los años.

Aún en el Siglo XXI existen sociedades en las que el concepto de libertad difiere notablemente de otras: lo que para unos es un hábito cultural, para otros es una clara violación de las libertades individuales y colectivas. En lo que se denomina el Mundo Occidental, una de esas libertades es la de expresión.

A raíz de los sucesos violentos en Europa se ha hablado mucho sobre ese derecho a expresar, criticar, burlarse y denigrar de lo que a uno no le gusta, de lo que a un medio de comunicación no le parece o de lo que a una sociedad le incomoda. Sobre Charlie Hebdo hasta el Papa se ha pronunciado y han resultado paladines de la libertad de prensa por todos lados, asimismo, han florecido detractores de ese derecho en las democracias liberales.

"Dios odia la música metal" "Metal es pecado" "Que se joda este tipo"

Más allá de los juicios de valor a las caricaturas que publicaba ese semanario y de las teorías de conspiración sobre la muerte de los caricaturistas, los secuestros subsiguientes en París y las redadas mortales en Bélgica, aparte de los prejuicios contra la comunidad musulmana, un tema un poco descuidado ha sido la responsabilidad que implica la libertad de expresión.

El grueso de países democráticos y republicanos protege la libertad de pensamiento, de culto y de expresión a la vez que protege a los ciudadanos y colectividades del abuso de esos derechos, típicamente hablamos de los delitos de injuria y calumnia, que recaen normalmente sobre los medios de comunicación o sobre individuos que opinan en ellos. Cuando hablamos de arte u otras expresiones culturales (religión o tradición, por ejemplo), la libertad de expresión entra en zonas grises en las que es difícil determinar hasta dónde se agrede a un individuo o colectividad con sentencias calumniosas o injuriosas.

"América vuelve a Dios. Génesis 2, 21-23"
"El matrimonio gay está contra
la palabra de Dios"
No solamente con la palabra se opina o se critica, no solamente en caricaturas se hace burla de lo que no nos conviene. Por ejemplo las marchas de orgullo gay son una de las maneras más coloridas de levantar la palabra y la opinión en exigencia de las libertades y derechos de una comunidad que aún no es cobijada con el manto de igualdad democrática que pretenden los "países libres". En esas marchas también aparecen los grupos detractores, casi siempre al final del desfile exhibiendo carteles con citas bíblicas en contra de las parejas homosexuales. En este ejemplo vemos como al mismo tiempo grupos opuestos expresan su opinión aún si existe rechazo, y en casos civilizados, esto pasa sin que haya violencia porque ambas comunidades conocen los límites de su derecho y se abstienen de agredir al otro, no solamente físicamente, sino en la manera en que expresan su opinión.

Quien diga u opine cualquier cosa debe ser sujeto de responsabilidad, debe administrar su libre albedrío conociendo que sus acciones y sus palabras necesariamente van a tener consecuencias, pues emitir una opinión busca precisamente generar una reacción en el público. Extender la libertad de expresión sin responsabilidad implica que el opinador es susceptible de llevarse chascos o perder la vida gracias a sus declaraciones descuidadas... libres, pero descuidadas. En radio y televisión ha sucedido que se abre el micrófono a gente corriente para que opinen sobre cualquier tema y al aire han salido gruesos hijueputazos que para unos pueden ser certeros, para otros graciosos y para otros insultantes.

Los caricaturistas de Charlie Hebdo quizá no se lo buscaron, pero con seguridad que se sintieron invulnerables a la intolerancia respecto a sus dibujos, quizá no midieron el alcance de sus chistes de mal gusto, quizá por sentirse artistas y periodistas se eximieron de la responsabilidad que exige la comunicación. Dicen por aquí en Montreal que esa actitud hace parte de una arrogancia natural de los franceses, pero eso es un arquetipo muy discutible.

Así como la educación de un hijo, todo lo que uno haga o diga tiene consecuencias y esos actos deben estar apoyados en la responsabilidad sobre los resultados que traigan. Aún si no es delito vestirse de blanco ni quemar maderos en la calle, sabemos que esto traería consecuencias muy negativas en Estados Unidos:

Imaginen que un grupo de gente se viste con túnicas blancas, en las que cosen cruces y llevan en la cabeza unos capirotes que apenas dejan verles los ojos, llevan una cruz de madera ardiendo y caminan sin decir nada por la calle. Aunque nada de eso es delito (hasta donde yo sé), sabemos que es una acción absolutamente inaceptable, máxime cuando podría ocurrir en un país en el que el racismo sobrevive como uno de sus antivalores más notables, y en el que el presidente no solamente es negro, sino criado por un padrastro musulmán. Esa marcha de gente vestida de blanco se realiza con todo el derecho a la libre expresión, pero las consecuencias que traiga, esa es otra historia...