28 mar 2014

El amor por los perritos

El perro o perro doméstico (Canis lupus familiaris) es un mamífero carnívoro de la familia de los cánidos, que constituye una subespecie del lobo (Canis lupus). []

En la "edad del moco" mi hermano y yo molestábamos una perrita Puddle "tacita de té" en la casa-finca de unos primos, no nos gustaban los perritos de circo, no nos caían bien. Como casi todo en la "edad del moco", uno vive una rebeldía carente de fundamento, y molestar a Sandy era una de esas cosas incluídas en el fastidioso paquete de la adolescencia.

Habíamos olvidado que a pesar de crecer en apartamento, con frecuencia nos acompañaban perritos que dejaban al cuidando de mis papás, entre ellos Pola (anteriormente de ellos), una perrita Tekel que quisimos hasta que nos fuimos del barrio; Sultán, un Setter irlandés pelirrojo que en la época era tan alto como nosotros y otro "cuyo nombre no quiero acordarme", que era un Fox Terrier pelo de alambre, más necio que un mico y más dañino que comerse una docena de pitahayas acompañadas de ciruelas pasas.

Coco es un tekel, dachshund o más comúnmente,
perro salchicha... es la simaptía de todos. 2014
Crecimos entre animales: no vivimos nunca en una finca, pero mi tío Gabriel tenía a Pillo, un perro pequinés extremadamente juguetón y cariñoso que vivió hasta que una moto terminó con sus días. En mi casa hubo peces y pollitos -que morían sin alcanzar siquiera su adolescencia-, tuvimos una tortuguita que se enterró en una matera y desapareció para siempre, unos periquitos verdes, hubo unos gatos… aclaro que no todos al mismo tiempo, era la casa López Medina, no el arca de Noé.

Mi abuelita tenía en su jardín un par de sapos grandes como papayas, lagartijas varias y cuidaba de unas dos o tres arañas para que le guardaran sus flores. Ella tuvo pollos por un tiempo, que se conviertieron en gallinas y un gallo. Por el barrio a veces pasaban rebaños de vacas pastando.

En esa edad en que uno es feo y estúpido, habíamos ignorado el respeto por los animales y el amor por las mascotas, pero por cuestiones de la vida, Sandy llegó a nuestro hogar para quedarse. Yo continuaba con mis reservas y aunque le tenía enorme cariño, a duras penas expresaba el sentimiento con una caricia; y eso se proyectaba hasta con las personas… era demasiado hosco y serio en mi adolescencia.

Sandy envejeció y se enfermó severamente. Verla era muy triste y ella buscaba constantemente el consuelo de nosotros para sus dolores. Como yo dormía en una cama-tarima, a 15 centímetros del piso, era ahí donde le gustaba acomodarse para recibir calor y una superficie blanda donde acostarse. La perrita me había escogido a mí  y a mi cama para sentirse mejor.

Una noche, la perrita estaba temblando, tal vez tenía fiebre y escalofríos y eso me hizo despertarme en medio de la oscuridad. Al prender la luz vi lo que pasaba y llamé a mi mamá para ver qué hacíamos, pero no podíamos ni tocarla porque chillaba del dolor. Es la única vez que lo he visto: Sandy lloraba con lagrimitas que le rodaban de sus ojitos lagañosos y me miró, y me puso su patica en la pierna… Yo lloré con ella y muy delicadamente, para no hacerle daño, la acaricié como no lo hice en muchos años. Así fue como me despedí de la perrita de circo y así fue como ella me enseñó a expresar mis emociones.

Después del fallecimiento de Sandy mis papás decidieron nunca más tener perritos ni otras mascotas, porque "uno se encariña mucho con los animalitos" y es muy duro verlos partir. Pero la voluntad no fue tan férrea. Un día por la tarde, él se apareció con una cachorrita Schnauzer que todavía vive con él*. También está Perla, otra perrita de circo, pero ella es negra como la noche y vive con mis abuelitos.

Con migo ha habido otros perritos. Leonardo, un Beagle que adoptamos en la Sociedad Protectora de Animales en Montreal, pero que con mucho dolor tuvimos que devolver porque destruyó un sillón, dos tapetes, un pedazo de muro, dos cortinas con sus soportes, ladraba todo el día molestando a los vecinos y fuera de eso sabía abrir la ventana para escaparse.

Mi hijo, Almendra y yo. 2008
Almendra, una mezcla que ahora vive en casa de mis suegros en Colombia, que la recibimos cachorrita y plagada de pulgas, ella fue la primera experiencia de una mascota que tuvo mi hijo: a los 15 días de nacido, llevamos al bebé a que lo conociera la perrita, para saber si podíamos continuar con niño y mascota. Almendra se arrimó y lo olfateó, nos miró a mi esposa y a mí y se fue de la sala. Reapareció unos segundos más tarde y puso al lado de mi bebé "el erizo", su juguete favorito.

Hace tres años con nosotros vive Coco, un Tekel de ojos verdes que es todo un señor… casi siempre… y es cariñoso con todos. Son modos de vida diferentes, pero las mascotas, en especial los perritos, nos enseñan sobre la generosidad de compartir amor con otros seres, la responsabilidad del bienestar ajeno y son amigos incondicionales. Dejar que mi hijo -desde los 15 días de nacido- compartiera con los perros, ha sido una experiencia maravillosa que a él le enseña el respeto por la naturaleza y otra manera de entender la amistad y la familia.

Para mí, los perritos son una bacanería: son nobles y nos cuidan, sospechan de quien deben y reconocen a quienes los quieren y los respetan, devuelven 500 veces más cariño del que les das y son una muy agradable compañía. Los gatos… esa es otra historia.

SALUDO: a los dueños de Amigo, Betina y Kito
*Luna murió en 2015

19 mar 2014

Voz, ¿sabés cuál es la diferencia entre irresistible e inaguantable?

Por Facebook circuló la foto de un recorte de periódico que reseñaba uno de esos estudios insulsos que flotan en el mundo pesudocientífico, que aseguraba que el cerebro de los hombres se debilita ante la voz femenina debido a sus tonos agudos. Puede ser… somos tan animales como un escarabajo o un chimpancé, y como animales, somos susceptibles a desarrollar mecanismos naturales que propendan a la suspervivencia individual y de la especie, y en este aspecto, todo se resume en la función recreativa y reproductiva del sexo.

Los pájaros tiene plumajes vistosos, cantos melodiosos y nidos ostentosos para atraer a las hembras, los leones tienen su rugido y las melenas, los pavos reales el plumaje y los pavos corrientes la ceremonia del pavoneo, etc. En los animales no humanos funciona al revés: el macho es el hermoso con el fin de obtener el favor de las hembras. Curiosamente, nosotros entendemos que la hermosura es exclusividad femenina y son ellas quiene acentúan su belleza para atraernos a nosotros: peinado, maquillaje, vestido, gestos. Para nosotros los hombres es un poco más complicado aprovechar esa animalidad que puede atraer a una mujer. Más allá de tipos como Jason Momoa o Adam Lavine, la belleza masculina es muy subjetiva, lo que a unas mujeres les puede parecer atractivo, a otras no, y por eso Leonardo DiCaprio para unas es lindo y para otras no, o Bruce Willis, o Keanu Reeves, o Pharrel Williams.

Por nuestra parte hay más unanimidad, las diferencias sobre todo se concentran en si una mujer es atlética o voluptuosa, pero me atrevo a decir que cualquiera con índices normales de testosterona "se decanta" fácilmente por mujeres como Sofía Vergara, Charlize Theron, Catherine Zeta Jones, Ivanka Trump, Beyoncé, Monica Belucci o Chloë Moretz.

Adele
Ella tiene una de las voces más sexis entre las cantantes
Volviendo al asunto de las voces femeninas -la belleza invisible- es indiscutible que ellas saben aprovechar todas las inflexiones vocales para hacer con uno lo que les de la gana. La mayoría de las mujeres tienen voces cálidas y dulces que al mezclar con las palabras adecuadas y hasta con gemidos, hacen que cualquier hombre (que encuentren conveniente) caiga en la trampa, como los cantos de sirena que hacen hundir a los marineros. Pero el artículo no tuvo en cuenta las voces graves de las mujeres, esas que empacadas en cuerpos femeninos tienen voces un poco roncas, y son esas, las que encontramos más sexis. La frontera entre la voz sexy y la voz de marimacho es delgada, quizá no sea ni siquiera el timbre, sino el tono.

Hay quienes se enamoran de una voz radial y se obsesionan por años con un nombre y un sonido, hay cantantes (cantantas, para esos que se desgastan con la falsa diferenciación de género) que con su estilo logran hacer de la música un viaje celestial o una oda a los sentidos. Otras voces no son tan agradables, pero por fortuna no son comunes. Hay por ahí en youtube una serie de videos en los que unas mujeres leen mientras que algo pasa (aquí los dejo en compañía de Stormy)… sin importar que uno sepa o no inglés, es la actitud, el tono y las inflexiones de ellas leyendo un texto -que todo el mundo ignora-  bajo la influencia de un vibrador, lo que las hace irresistibles.

Para responder a la pregunta: cuando una mujer recurre a la cantaleta, se vuelve inaguantable, pero esa es otra historia.

cantaleta.
(De cantar).
1. f. Ruido y confusión de voces e instrumentos con que se burlaban de alguien.
2. f. Canción burlesca con que, ordinariamente de noche, se hacía mofa de una o varias personas.
3. f. coloq. Chasco, vaya, zumba.
4. f. And. y Am. estribillo (? voz o frase que se dice con frecuencia).
5. f. Cuba y Ven. Regañina reiterada.

irresistible.
1. adj. Que no se puede resistir.
2. adj. Dicho de una persona: De mucho atractivo y simpatía.

inaguantable.
1. adj. Que no se puede aguantar o sufrir.

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4 mar 2014

Niños... ¡qué pereza!

Me bastaba ver a algunos niños en los restaurantes con sus papás, o haciendo berrinches en un almacén cuando no les compraban sus antojos para decir: "niños... ¡qué pereza!" Estaba convencido de que no iba a ser hombre de hijos, cuando mucho tío o padrino, pero que no iba a traer niños a este mundo a sufrir, como dicen muchos.

Hay varios conocidos míos que aseguran que jamás serán padres por razones varias, por ejemplo este columnista expone algunas contradiciendo los pobres argumentos de sus amigos que ya tienen hijos.

No voy a discutir los argumentos del escrito citado, tampoco las posiciones flacas que él derrota, simplemente, hablaré por la experiencia, que la mía, como la de todo el mundo, quizá es muy diferente.

La verdad, cada que veía un reguero en una mesa de comer o si veía que un niño se me aproximaba con sus dedos babeados ofreciéndome una galleta que él se estaba chupando me moría del asco. No sabía qué hacer con ese masato y disimulaba comerlo con una sonrisa, mientras que en una maniobra digna de un mago, tiraba la galleta lejos de su vista. Ni hablar del olor de los pañales sucios que parece penetrar las neuronas a pesar de la gripa más terrible y ni qué decir de la estridencia de un llanto persistente.

"Ni loco", pensaba mientras agradecía mi vida de soltero, y luego mi vida de pareja; pero me sentía pleno sin hijos, no me hacía falta compartir mi vida con un tercero y mucho menos compartir el amor de mi esposa con otra persona. Gozaba de una felicidad muy corriente disfrutando del tiempo libre, yendo a bares y restaurantes, preocupándome solamente por nosotros dos y las trivialidades de cualquier adulto joven. Al mirar a mis amigos con sus hijos los veía cansados y trasnochados, otras veces preocupados por una tos o una fiebre y orgullosos contando hitos en la vida de sus hijos tan intrascendentes como que por fin se viste solo o que es capaz de llevar la ropa sucia a la lavadora.

Igual que el columnista, yo hacía mis reflexiones. Viendo lo podrido que está el mundo pensaba que era un acto egoísta engendrar hijos, solamente por el "placer" de tenerlos, como jugar con muñecas de carne y hueso, o para alardear a los amigos con los éxitos de sus vástagos. Hacía cálculos descuidados de lo que podría costar la manutención de un hijo en ropa, estudio, alimentación, medicinas y juguetes; y eso lo medía en salidas a restaurante, idas a cine, cervezas o discos. Los niños siempre perdían, salían muy caros y problemáticos. A mí, a diferencia de muchos, no me daba miedo enfrentarme a la respnsabilidad de ser padre porque afortunadamente conté con una educación sólida en mi casa, no tengo trastornos de personalidad, ni vicios y estaba casado con una mujer maravillosa.

Muchos dicen que no están listos para ser padres, que están esperando el momento adecuado (el trabajo de sus sueños, la pareja perfecta, encontrarse a sí mismo). Pues la noticia es que el momento adecuado no existe, nadie puede estudiar para ser padre ni mucho menos esperar la inspiración de las musas o la iluminación del Espíritu Santo. Se es o no se es, como ser hombre o mujer, como estar vivo o muerto. El momento ideal para ser padre no existe.

Cuando por fin, luego de algunos años de matrimonio nació mi hijo, no sabía qué hacer: tenía en la casa un bebecito y una madre convaleciente de un parto. "¿Y ahora qué?"

Todo empezó a desenvolverse solo. Cuando él se despertaba en la madrugada muchas veces yo ya estaba con los oídos atentos a su llanto para alimentarlo con jeringuita o para cambiarle los pañales. Ese asco había desaparecido y había sido reemplazado por una devoción superior a cualquier otra actividad que hubiera desempeñado en la vida. Solo, aprendí a tener la firmeza del pulso para los cuidados de mi hijo y al mismo tiempo la delicadeza para tratar su cuerpo frágil e indefenso. Como le daba frío al cambiarlo desarrollé una destreza increíble para cambiarlo rápidamente y conocí el lenguaje de sus llantos y sus gestos, aprendí a interpretar un idioma que antes me molestaba, pero que ahora, me daba las energías para levantarme en medio de la oscuridad y hacer mi labor de padre, y en el día, hacer mi labor de empleado.

Seguramente he cometido errores, cuando se aprende algo sobre la marcha son ensayo y error los que nos dictan el camino, pero casi todo lo que he hecho con mi hijo ha salido bien. Esos hitos insignificantes que contaban mis amigos, ahora eran para mí motivo de la más grandiosa felicidad. Ya no me daban ganas de hacer muchas cosas de siempre para ser feliz, me bastaba con ver a mi hijo sano y tranquilo. Ya me dan ganas de esa galleta babeada.

Mejor que cualquier concierto, que cualquier
película, que cualquier deporte, es compartir
con mi hijo
Ahora él tiene cinco años. Cada vez que lo miro me lleno de felicidad de saber que existe, que es una persona con sus sueños, deseos y aspiraciones, que tiene miedos y frustraciones y que cuenta con migo para ser algún día un adulto que valga la pena el "sufrimiento de este mundo podrido". Claro que hay ocasiones en las que me hace ofuscar, cuando desobedece o hace daños, me hace pasar vergüenzas cuando se porta mal… pero esos disgustos no son nada comparados a la manera en que se ama un hijo, a esa felicidad que porduce verlo dormido, tranquilo, seguro, saludable… La satisfacción (egoísta un poco) de ver que junto con mi esposa estamos criando un buen muchacho.

Antes no quería una vida con hijos, ahora no la concibo sin ellos

Se siente bacanísimo cuando me dice "papá, te extraño", "papá, eres el cocinero más bacano del mundo", "papá, a mí también me gusta Black Sabbath y Death metal"… se siente una sensación increíblemente feliz cuando al recogerlo en la guardería corre hacia mí para saltar y darme un abrazo.

A esos amigos sin hijos les respeto su decisión, pero así como me dicen a mí cuando no recibo mariscos: "no saben lo que se están perdiendo", con la diferencia de que yo sí he probado los mariscos y me saben asqueroso de cualquier manera, pero esa es otra historia.