2 dic 2013

Lo mataron por papeleta

A un menor de edad, que pudo haber tenido tres años o 17, aparentemente lo asesinaron en Bello porque estaba tirando papeletas (ver noticia). Para los que no saben, Bello es un municipio del Valle de Aburrá, en Antioquia (Colombia) y papeletas son unos artefactos explosivos de cartón de forma triangular, de una pulgada y media cada lado (más o menos), con mecha corta que producen ruido sin luces.

Este evento triste es la ilustración de dos cosas terribles que pasan en mi país y por las que las autoridades no hacen nada:

  1. Los asesinatos por cualquier pendejada, como robar 200 pesos, un celular, no bajar el volumen de la música o ponerse una camiseta de un equipo de fútbol.
  2. El uso indiscriminado de pólvora sin control
Imagen de la campaña contra la pólvora
de la Alcaldía de Medellín en 2011
Pero las cosas no eran así antes. Yo crecí, como mucha gente, en la era del peligro y de los sobrevivientes milagrosos. En esa época los carros no tenían cinturones de seguridad ni airbags, a los niños nos sentaban atrás sin sillas especiales ni artefactos de restricción… sacar la cabeza por la ventana era un placer enorme aún tras la advertencia de: "se la va a cortar un bus".

En esa época también había peligros y daños que hoy son inadmisibles, como los fumadores en hospitales y colegios delante de enfermos y niños; muchas veces el médico fumaba mientras le hacía a uno una auscultación y los profesores prendían sus pitillos mientras nos enseñaban a ser gente de bien.

Antes la pólvora era un elemento común en temporada decembrina, pero muy lejos de las tales alboradas, que no sé desde cuándo se las inventaron como tradición para no dejar dormir a nadie, quemar gente y gastar plata a lo mafioso. Cuando era niño nos daban a quemar pólvora para niños, ¡porque había pólvora para niños! Y la quemábamos a veces con supervisón de los adultos y otras clandestinamente con los amiguitos.

Era habitual recorrer las salidas de Medellín en busca de los polvoreros en La Estrella, Caldas o Sabaneta; y hacer un mercado con voladores, pabellones, papeletas, silbadores, pilas (volcanes), hongos chinos, ruedas y para los niños: chorrillos, totes, chispitas mariposa, gotas chinas y sopladoras. Para los más pobres: esponjilla de acero, cabulla y fósforos.

Nunca me quemé… bueno, no gravemente, como todos los curiosos toqué una chispita mariposa o la carcasa vacía de algo que recién explotaba. Pero la historia de los quemados es una cosa de nunca acabar, en esa época cuando uno iba a cine, uno de los cortos del principio era un "noticiero" español (creo) que proyectaban para que uno se enterara de lo que sucedía en otras partes del Globo, se llamaba El Mundo al Instante. En esos cortos, no olvido jamás uno en el que mostraban cómo se hacían los injertos de piel a niños quemados con pólvora. Tengo las imágenes en la cabeza, pero no recuerdo de dónde eran esos niños, quizá colombianos.

Aunque recuerdo con cariño y alegría esas tiradas de pólvora, hoy no sería capaz de ofrecerle ni un tote a mi hijo. No estaría dispuesto a enseñarle a manipular esas cosas -aunque en mi tiempo fui muy diestro- porque hay cosas que es mejor no hacer en la vida. Por fortuna vivimnos en un país en el que la pólvora es cosa de las autoridades en fiestas especiales y la prohibición del uso particular es severa.

En Medellín también está prohibida la pólvora, pero por arte de mafia en todos los barrios aparecen esos que siguen mercando fuera de la ciudad y hasta mandan a traer artefactos del exterior por el "correo de las brujas". Todo el mundo oye los petardos casi que 24 horas pero nadie sabe de dónde salen. En todos los barrios hay una ventanita donde cuelgan una hojita de cuaderno donde se lee "se venden cremas de tomate de árbol" y hay otra ventanita donde venden pólvora, tal y como la compraba yo de niño en el barrio Córdoba a cinco pesos la docena de chorrillos o la planilla de totes… yo prefería los chorrillos.

Al menos algo de ética tenían los polvoreros de entonces, pues a nosotros solamente nos vendían chorrillos y totes, y las chispitas mariposa las compraba uno en cualquier parte, en almacenes Éxito se hallaba en la sección de detergentes, antes de llegar a los raticidas e insecticidas.
Pienso en toda la gente que ya no puede tener paz en sus casas de cuenta de la bulla de la pólvora, y los animalitos muertos o que abandonan sus nidos y madrigueras y me da pesar, porque no hay nada qué hacer.

En estos días una amiga hizo circular una petición para que en todo el territorio colombiano se prohiba la pólvora, con ocasión de la aterradora y aborrecible alborada. Aunque yo firmé la petición y estoy completamente de acuerdo, no creo que aún prohibiéndola en todas partes se acabe con semejante tradición mal arraigada en nuestra cultura, que coge cada vez más vuelo y más víctimas, aparte de los quemados, ya empezaron a matar gente por eso; y el ejemplo para los niños ¡es pésimo! Se pueden convertir en pirómanos como yo que a los 12 años hice un incendio en mi casa, pero esa es otra historia.

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