29 nov 2013

Gracias a todas las enfermeras (Y hoy no es el día)

Yo no tengo ni idea en qué contexto Vicky Dávila dijo o insinuó que los enfermeros son auxiliares de los médicos y tampoco conozco las palabras textuales de ella respecto a la ignorancia de estos profesionales comparada con la de los doctores en medicina. Por Facebook caí accidentalmente en esta carta que un enfermero dolido le envió a la periodista, en la que además de cantarle la tabla, ilustra someramente qué es y por qué es importante un enfermero.

Una lección que aprendí ejerciendo el periodismo es que uno no debe hablar en los medios de comunicación a título personal, a no ser que se trate de un evento en el que uno sea el protagonista de la historia o testigo del suceso, y que todo lo que una vaya a decir, debe ser verificado. Pero en radio las cosas son un poco diferentes. Se improvisa mucho y a veces se mete la pata y peor que eso, no se sabe quién esté escuchando en ese momento.

Y como este blog es personal, yo si digo las cosas desde las tripas y los huesos

He estado en el quirófano en seis oportunidades, he estado en urgencias en otras tantas para procedimientos menores, como coser una puñalada por ejemplo, y he sido acompañante de mis seres queridos cuando ellos han tenido que darse una pasada por clínicas, hospitales y centros de salud. El contacto con el personal médico no ha sido poco, y en todas esas experiencias he conocido gente de todo tipo -por fortuna, buenos la mayoría- y he tenido una relación cordial con quienes me han atendido o han atendido a mi familia.

Yo vivo agradecido con todos ellos, con los médicos y las enfermeras que estuvieron a mi lado para velar por mi salud, mi recuperación después de las cirugías y que en otras circustancias, me han tratado como paciente siendo acompañante. Especialmente, aunque ya olvidé sus rostros y sus nombres, el grupo de enfermeras que nos atendió en Montreal cuando hubo una dolorosa pérdida en mi familia; esas mujeres nos dieron todos los cuidados sanitarios necesarios y demostraron una preocupación constante, no solamente por la salud física, sino por el bienestar mental y emocional en semejante amargura. Gracias a esas mujeres pudimos continuar nuestro camino en la vida y no nos dejamos derrotar.

En todas las veces que he estado en urgencias en Colombia o aquí, han sido las enfermeras quienes a veces exceden sus tareas para darnos la atención en tiempos más breves, palabras de consuelo o aliento -y eso fundado en el aspecto médico, no espiritual- y que inclusive presionan a los médicos para que nos presten su servicio prontamente.

Una de las cosas que me parecen más increíbles es cómo las enfermeras pueden saludar con una sonrisa en un entorno tan lleno de angustia, tensión y desesperación como las urgencias o las salas de recuperación. En una de mis cirugías, en la sala de recuperación en la que estuve una semana, una de esas noches de dolor infernal la enfermera hacía su ronda, más o menos a las tres de la mañana mi dolor era insoportable y cuando ella vino a aplicarme los analgésicos de rutina apareció como un ángel: una sonrisa cálida, un saludo cordial y me preguntó cómo estaba… respondí honestamente que me quería arrancar el brazo que me dolía, y como me enseñaron en la casa, devolví la pregunta: "¿Y usted cómo está?"

Sonrió… "bien, gracias don José". No le creí, vi en su mirada esquiva que las palabras eran vacías o al menos una mentirita blanca y le dije que no le creía… ella me dijo que sí, que estaba bien, pero cansada… estaba "doblando" turno porque reemplazaba a una compañera, pero que estaba bien y me agradeció que yo manifestara un poco de preocupación por ella, me dio unas palmaditas fraternales en el hombro, puso la droga en la bolsa que cuelgan al lado de la camilla y me ofreció algo de tomar.

Con la puñalada en la rodilla, la enfermera me dijo muy sinceramente que me tenía que lavar la herida con yodo y que me iba a doler un poquito. Hasta ese momento no había sentido ningún dolor, ni siquiera cuando el ladrón me cortó con el cuchillo. Ella vino con un galón de yodo y gasas, y me dijo "agárrese duro" mientras me embestía con la gasa empapada en yodo y frotaba la herida vigorosamente. Me dolió, sí, pero creo que le dolió más a ella el brazo del que me sostuve y apreté a muerte mientras soplaba bufidos de dolor.

Tengo muchas anécdotas con las enfermeras y los médicos, en general son buenas y no me quejo de ellos, bueno, solamente de un ortopedista comemierda que me tocó en el Hospital Pablo Tobón Uribe. Como donador de sangre y en las muestras que me han extraído he dado con "buenas manos" que han hecho su trabajo impecable sin dejarme morados ni infecciones, con las fracturas tuve la fortuna de que las enfermeras se tomaban el trabajo de enseñarme a usar un pato y hacer mis cuestiones personales, con los accidentes de tránsito ellas me han hecho las curaciones y le enseñaron a mi mamá a hacerlas en la casa; en otros momentos que no voy a detallar, me han enseñado a hacer enemas, poner supositorios, quitar suturas y limpiar infecciones.

Nos han enseñado además (junto con la terapeuta respiratoria) a hacerle lipiezas nasales a mi niñito cuando estuvo hospitalizado por neumonía… Vicky Dávila dijo que son las asistentes de los médicos, tal vez, desde un punto de vista puede ser mirado así, porque las enfermeras hacen todo lo que ellos no saben hacer, no quieren hacer o no les queda tiempo. En todas esas veces que he estado en instituciones de salud, el contacto con los médicos se reduce a unos pocos minutos, mientras que con las enfermeras es más prolongado y ellas hacen todo, el médico dice una cosa o la otra, toma notas, llena formularios y se ocupa de cosas de "otro nivel".

No estoy menospreciando a los doctores, con ellos estoy muy agradecido tras los transplantes, osteosíntesis, nacimientos e infecciones; pero eso es otra historia.

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