23 dic 2013

Yo quiero un Jeep con jirafa

Hanukkah o el sol invictus, Navidad. Es una fiesta llena de luces y con significados religiosos y paganos que los estudiosos han observado en los libros y en las calles. Para unos es una época de nostalgia y amargura, como en la canción de Dyango; para otros es una temporada de prosperidad porque son comerciantes, para otros es simplemente una fiesta y para casi todos es la mejor excusa para compartir con la familia y los amigos, para dar y recibir regalos y comer como Dionisios manda.

Para un niño es más simple que eso, es fantasía y deseo que se materializa en un regalo. Unas veces esos deseos nacen en una imaginación loca o en una imagen fugaz, nacen en el bombardeo mediático para hacer antojar a los niños desde un trompo hasta un computador o una motocicleta miniatura… Ese deseo a veces nace mucho antes de que cuelguen la primera bola brillante.

Telebolito
Había, o hay todavía, un centro comercial llamado Capricentro, en Medellín. Allá vendían cosas traídas de Estados Unidos, cuando todavía nuestro país era cerrado y lo bacano se conseguía en San Andrés o Maicao, y en los contrabandos de sanandresito de Maturin y del Diamante. En Capricentro se veían esas cosas que la tía podía traer de Miami y los juguetes soñados por todos los niños, en una época en que no existían los celulares ni las tabletas, cuando apenas empezaba a crearse el mundo de los videojuegos con el Telebolito y luego el Atari 2600.


De San Andrés vino el telebolito y años más tarde el Atari vino de Nueva York, por eso en Capricentro no era eso lo que mirábamos. La oferta era vasta. Por desgracia ese centro comercial estaba fuera del alcance de nuestro presupuesto, todo lo que vendían era exageradamente caro: "venenoso", fue la expresión que conocí y comprendí en esa visita. Recuerdo que una libra de uvas libanesas costaba lo mismo que un par de zapatos del Éxito, y que los zapatos de Capricentro costaban lo mismo que un mercado.

Atari 2600
De salida, vi un jeep con jirafa. Ese fue mi próximo deseo de Navidad y se lo pedía fervorosamente al Niño Dios, cuando mis papás me preguntaron que quería que me trajera el Divino Infante, respondí con ojitos brillantes y una enorme sonrisa: "¡un jeep con jirafa!"

No recuerdo qué me trajo ese año el Niño Jesús, siempre recibíamos juguetes y ropa en abundancia, pero ese año había de todo, menos mi jeep con jirafa. Ensayé dos años más pidiendo simplemente "un jeep con jirafa", no quería nada más que eso… pero mi regalo soñado nunca llegó. Disfruté mucho mis otros juguetes y olvidé el jeep con jirafa, pero cada que se aproximaba la época para pedir los regalos, nuevamente ese juguete perdido en Capricentro encabezaba mi lista, una lista que nos sabíamos de memoria, porque entonces no escribíamos cartas a Papá Noel ni nada de eso, no era necesario… bastaba el contacto extrasensorial con el Niño Jesús… telepatía: él ya sabía qué le estaba pidiendo desde hace dos años.

Jeep con jirafa
Sin embargo, por alguna razón, siempre olvidaba mi jeep con jirafa y me compensaba con otras cosas. Al tercer año desistí de pedir secretamente y a viva voz mi regalo soñado concluyendo que mi carrito era "venenoso" y por eso no llegaba en Navidad. Poco después la fantasía terminó y conocimos el funcionamiento de los sueños navideños. Con esa verdad murieron muchas expectativas y comprendimos que las cosas venenosas o simplemente creadas por la imaginación nunca llegarían a nuestras manos al lado del pesebre. No solamente nosotros… "El Mono" también dejó de pedir a ese Supermán que volaba y tiraba rayos X y Paula ya no pidió más muñecas repollo, pero Juangui sí siguió pidiendo el uniforme completo del Atlético Nacional.

Mi hijo ha pedido una ballena, que según explica, "lo moja a uno con un chorrito". A pesar de que hemos tratado por todos los medios y el uso de la tecnología de saber cuál es esa ballena, no la hemos visto, no es un juguete de bebé que van a encontrar en Google. El Niño Jesús le tiene otras cosas confiando en que esos juguetes y un tremendo libro sobre el cuerpo humano le hagan sentir que la ballena no era tan importante. Yo lo dudo, y espero que si no es Jesús quien se la traiga en Navidad, en otra ocasión pueda recibir su "ballena que lo moja a uno con un chorrito" y que no se sienta ignorado o traicionado por la fantasía.

Ser papá no es fácil… uno quiere darle lo mejor a sus hijos, hacerlos felices sin que pierdan esa condición de niños y sin tirárselos complaciendo todos sus deseos, se trata de un equilibrio delicado y racional que él (y yo) está aprendiendo poco a poco. Fue más fácil el Power Ranger rojo, pero esa es otra historia.

REMATE: mi hijo es feliz en las casas que tienen chimenea, y nos ha dicho varias veces que cuando sea grande va a tener una casa con chimenea. En los almacenes se queda mirando los aparatos que las imitan y ha mencionado que lo que no le gusta de nuestra casa es la ausencia de chimenea. Una vez mientras almorzábamos, hace como uno o dos meses, preguntó: "¿Aquí cómo va a venir Papá Noel si no tenemos chimenea?".

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