20 oct 2014

El tamaño sí importa, yo lo prefiero chiquito

La introducción


Los clasifico en cuatro categorías de acuerdo al tamaño: chiquito, mediano, grande y enorme; he experimentado los cuatro y cada uno tiene su magia, pero prefiero los chiquitos porque es mucho más íntimo, hay mayor contacto y menor esfuerzo, y esa conexión especial es todavía más especial que con los medianos, grandes y enormes. Sin duda con todos he disfrutado como loco, pero es mejor mientras más pequeño aunque no haya pólvora, ni inflables, ni títeres gigantes, ni un juego de luces despampanante.

Enormes son, por ejemplo, esos festivales al aire libre con varias tarimas; grandes los que se hacen en los estadios y para nuestro caso montrealés, en la arena de hockey -no me pregunten por qué se llama "arena" si es de hielo-; medianos los que se hacen en grandes bares o teatros y los pequeños son en cuchitriles acogedores.

La experiencia


Una de esas mañanas de 1989 apareció Juan Diego Tamayo con un vinilo nuevo, de esos que siendo ignorantes del metal y el inglés, se compraban por la belleza de la carátula. Mi hermano y yo fuimos los primeros beneficiados con la acostumbrada prestada de discos para grabarlos en la casa tras una escucha juiciosa y sobre todo, formativa. Como yo jugaba baloncesto todas las tardes, él se adelantó e hizo la primera audición. Cuando llegué en la noche me dijo: "tenés que oir esto, es de lo más raro, pero es muy bueno. Ponete los audífonos".

Esa noche empecé a cultivar el sueño de ver en vivo alguna vez a King Diamond, cuando escuché Funeral/Arrival del disco Abigail. 25 años más trade, hace tres noches, estuve en un concierto mediano en L'Olympia viendo, escuchando y cantando esas canciones que escucho hace ya una generación, tomando unas fotos muy regulares y extrañando enormemente a mis hermanos y mis amigos metaleros en Colombia. Aunque quise maquillarme estilo Conspiracy, no hubo tiempo. Allá me compré una camiseta de manga larga y no faltó el que se apareciera con camiseta de Nightwish.

Esto fue lo que sonó esa noche:

  1. The Candle 
  2. Sleepless Nights 
  3. Welcome Home 
  4. Never Ending Hill 
  5. Let It Be Done 
  6. The Puppet Master 
  7. Tea / Digging Graves / A Visit from the Dead 
  8. At the Graves 
  9. Evil (Mercyful Fate cover)
  10. Come to the Sabbath (Mercyful Fate cover)
  11. Shapes of Black 
  12. Eye of the Witch 
  13. Cremation 
  14. The Family Ghost 
  15. Black Horsemen 
  16. Insanity

Estar en ese espectáculo fue algo sobrenatural. La energía que flotaba en el aire estaba llena de esa magia oscura de la música fortalecida con esos lazos únicos que unen a los metaleros de todo el mundo y que nos hace ser hermanos. Uno se abraza con desconocidos después de cantar pedazos de canciones uno se mira a la cara con cualquiera que esté al lado viviendo el mismo sueño de uno, recuerdo mucho a un negro gigante que cantó con migo la parte gutural de Sleepless Nights  (3:27).

Foto con zoom como a 15 metros
Ver actuando a Kim Bendix Petersen y Andy LaRoque fue un sueño cumplido que superó las expectativas y que pagó definitivamente cinco lustros de espera, ingenua en mayor parte, pero finalmente me llevó a recorrer muchos años de mi vida en compañía de buena música y mejores amigos. Sin embargo, en un concierto de ese tamaño no es posible hacer esa conexión de "hermano metalero" con los artistas que se logra en espacios más pequeños y que ya he tenido la fortuna de lograr con Moonspell, Obituary, Destruction, Exodus, Testament, Celtic Frost, entre otros, y anoche (domingo) con Doro.

No pensaba ir porque debo confesar que su música es para mí materia muy ignorada y tras haber trasnochado ya dos noches seguidas, a esta edad se pone más complicado el aguante de una jornada laboral al día siguiente. Fue una amiga que vive y muere por ella y su música quien me insistió en acompañarla y mi esposa apoyaba la moción.

El sitio, Café Campus, pequeño y encerrado permitió que nos ubicáramos en primera fila, sin separación, ni barreras, ni vallas, ni gorilones custodiando la tarima de 50 centímetros de altura. A los teloneros los vimos desde lejos, y eso significa con cuatro o cinco metros, pero para ver a Doro nos arrimamos lo máximo posible. ¡Por eso prefiero los chiquitos!

Foto sin zoom a muy pocos centímetros
Era como estar en un concierto privado en el que ella, a sus 50 años, derrochó tanta energía como nosotros. A esa distancia nos pasaba el micrófono para cantar varias veces los coros pegajosos de sus canciones y darnos la mano en gesto de agradecimiento, un gesto acompañado de una mirada alegre y sincera; en una de esas, cuando tocaron Breaking the Law de Judas Priest, ella estiró la mano hacia mi boca reseca y cante: "(…) you don't know what it's like, you don't have a clue",. Asimismo lo hacían los músicos entregando además las pajuelitas en la mano a esos fanáticos explosivos que estábamos con ellos, aunque yo no soy tan fanático, si estaba muy explosivo.

Mi amiga se quería morir de la dicha, ella sí se sabe todas las canciones y conoce bien toda su trayectoria desde Warlock, y cantó con su micrófono muchísimas veces, se abrazó con ella y se despidió con un "gracias" que Doro respondió "gracias too". Es muy difícil de explicar a los mortales no metaleros lo que se siente estar en un concierto, esa emoción que produce vivir una pasión en directo y convertirse en una voz para los demás asistentes. Estar tan cerca de los artistas los hace ver a ellos tan humanos como uno, aunque suene extraño, pues normalmente son "endiosados" por su trabajo y casi siempre viven muy lejos en espacio y tiempo de nosotros.

Haber compartido ese espectáculo con mi amiga y estar en presencia de esta dama me ha convencido de que siempre es mejor cuando es chiquito que mediano, grande y enorme; encontrarse con el artista que a uno le gusta hace salir al niño interior, así como la noche del sábado mi esposa y otra amiga se encontrarom con Eddie Herrera en el hotel donde fuimos a un banquete, pero esa es otra historia…

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