24 oct 2013

¿Usted es uno de estos nuevos viciosos? Yo no

Ya soy un adulto, hace mucho rato, pero no dejo morir el niño interior ni tampoco el adolescente que vive en mí. Todavía me gustan los videojuegos, las gomitas, los helados, los chocolates y las frutas; todavía me gusta hacer una desobediencia de vez en cuando: "manejarme mal" para pasar bueno.

He tenido amigos tabaqueros, mariguaneros, periqueros, borrachos y sátiros; pero siempre buenas personas, porque uno es lo que es, no lo que se fuma o se sopla, aunque a veces a quienes se les va la mano, se reducen solamente a eso. A pesar de que me he rodeado de alguna gente  viciosa, yo nunca he cogido ninguna de esas costumbres autodestructivas aunque me ha dado curiosidad y con los vicios que probé no me amañé.

Me he documentado de las experiencias ajenas y de lecturas varias, he hecho lo posible por mantenerme informado de los dos lados de la misma moneda para evitar juzgar prematuramente a quienes disfruten de placeres un poco artificiales o quienes prefieran intoxicarse para alterar sus sentidos.

Esos entretenimientos han ido evolucionando con las sociedades y la tecnología y cada vez es más común el consumo de ciertos vicios, inclusive en la calle o en ambientes de roce social. Aquí en Montreal es normal sentir el hedor del hachís (huele parecido al zorrillo) en algunas calles del centro, y ni hablar de los conciertos a los que he asistido.

Pero los vicios ilícitos son lo menos, los que están aceptados por la sociedad son los que representan mayor peligro porque pasan de agache y la gente se va autodestruyendo, pierden la noción de la realidad y distorsionan sus prioridades. Yo los veo todos los días con la mirada perdida, con la mente en otro mundo.

El Ecce Homo de Borja, por Cecilia Giménez,
expresa claramente lo que yo veo en esta nueva
caterva de viciosos.
(tomada de http://www.cosas-que-pasan.com/)
Hay un vicio nuevo que ha capturado a personas a las que he considerado inteligentes, centradas y responsables. Pero ellos no tienen siquiera una pizca de vergüenza y delatan su degeneración en Facebook, piden ayuda a los demás descaradamente y confiesan que no puedan parar, que quieren más… son una especie de sociedad paralela, gente de todas las culturas, edades y lenguas pertenece a esta nueva logia (que no es secreta); es quizá una consciencia colectiva que universaliza a las personas en un vicio. Grotezco

Por fortuna ninguno de mis amigos cercanos ha caído en eso, o por lo menos, no lo he pillado con las manos en la masa y los ojos desorbitados. Ninguno de ellos me ha ofrecido ni preguntado. Lo veo sobre todo cuando me transporto de la casa al trabajo y viceversa. Cuando supe que eso exstía, por los comentarios de la gente en Facebook, empecé a verlo en todas partes, no en Internet, en la calle. Sé que mi mamá sería una víctima facilita para esta trampa, ojalá no la pique la curiosidad.

Veo a las personas en el tren y en los buses "idos": en ocasiones pierden la noción del tiempo y el espacio y se bajan donde no es, o se despiertan en el último segundo y salen estrujando a todos los demás para abandonar el transporte público. Eso es grosero, la gente les habla y ellos ignoran todo… idos.

Pero debo admitir que me ha picado la curiosidad. Cuando los veo metidos en su asunto, cuando veo mis amigos de Facebook convertidos en otras personas, me pregunto si de verdad eso es tan bueno y adictivo, irresistible y al parecer irreprochable. Me he imaginado "dándole a eso" y pensando que podría ser un verdadero campeón.

En radio cuentan historias de gente que ya no tiene reversa y están metidos hasta la médula, sin vida social, familiar ni laboral; una oficina en Londres está llevada del verraco porque allá nadie produce, todos se dedicaron a ese asunto, hasta los jefes. Como todos los vicios empieza por la curiosidad de una probadita, si le gusta, se engancha y es difícil soltarse.

Aunque he estado muy curioso, no pienso perder mi libertad de cuenta de esa pendejada, aunque le guste a muchos. Aunque sea aparentemente gratis y extremadamente divertido, me niego a pertenecer a esa horda de ausentes. Aunque con seguridad si lo pruebo no me amaño, me niego rotundamente y hasta el fin de mis días a instalar Candy Crush.

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