Ahora el problema es cómo el Gobierno pretende orientar a los niños en el respeto a la diversidad, pero el verdadero problema es constante y es más fácil para quienes vivimos fuera del territorio, ver al país como un hervidero de gusanos que se enroscan al rededor de la podredumbre.
Ponga el tema que quiera y la gente se va a atacar, a veces hasta la muerte, por defender a ciegas una posición dictada casi siempre desde arriba. Ideas impuestas o prestadas que no están bien digeridas. Intolerancia, ignorancia, odio, fanatismo; pueden aplicarse a entender que un niño puede ser homosexual y hay que vivir con ello, o que se firme el plebiscito por la paz.
Los hinchas de fútbol atacan al otro por llevar una camiseta de un color que no les gusta, por esa pendejada han muerto ya muchos en manos de pillos cuya excusa es un falso amor por una empresa privada, por un club deportivo al que no le afecta que estos se maten con los otros.
Ahora con lo de las tales cartillas, se alborotó el avispero y en nombre de los valores familiares, hay gente con pancartas tratando de "puta" a la ministra Gina Parody, citando la Biblia como fuente de legislación o referencia científica y la consabida frase: "prefiero un hijo ladrón que marica".
¡Qué tristeza mi país! Tratar de discutir con un colombiano es muy difícil sin entrar en la grosería y sin pasar las fronteras del respeto a pensar distinto. Muy difícil que una opinión sea leída sin buscar entre renglones agendas ocultas disfrazadas con la libre expresión.
Ya hay palabras acuñadas como insultos: mamerto, uribista, santista, castrochavista, socialista, fascista, derechista, hippie, ñero... una lista interminable con la que los colombianos en un lado se refieren a los colombianos en el otro.
En la sangre colombiana, pareciera que corre veneno. Muchas ganas de pelear, de insultar antes de escuchar los argumentos, de atacar con mentiras y desinformación. Un apego a obedecer ciegamente lo que diga el mesías de turno sin preguntarse ¿será cierto, por qué lo dice?
Veo publicaciones advirtiendo sobre los peligros de que Colombia entre en un infierno socialista, porque ven el desastre en que se han convertido Venezuela y Cuba, pero veo también publicaciones de los que quieren venir a vivir a Canadá para darle a sus hijos y nietos un mejor porvenir. Canadá es una monarquía constitucional, democracia parlamentaria y estado federal; cuyo modo de administración es SOCIALISTA.
Juzgar al otro e insultarlo para defender los valores familiares, disculpenme la expresión, pero ¡hágame el hijueputa favor! Como dice en una canción de Mago de Oz: es como follar por la virginidad. ¿La señora en la foto educa a sus hijos así como expresa públicamente su descontento con la ministra? ¿Acaso les enseña a sus hijos a rechazar a la ministra por lesbiana, y encima les enseña que es, según ella, puta?
Qué vergüenza ese cartel y esa señora...
qué vergüenza el "paisa verraco" que salió a insultar y agredir a Antonio Navarro Wolff por promover la paz...
qué vergüenza las tácticas de desinformación de la Procuraduría con respecto a las cartillas...
qué vergüenza condicionar el alimento de los niños a que se pongan una camiseta "sí al plebiscito"...
qué vergüenza que los curas condicionen el apoyo a la paz si se aplica su doctrina de orientación sexual...
qué vergüenza que a Vicky Dávila la llamen puta y ladrona por verse obligada a hacer periodismo por su cuenta...
qué vergüenza que a quien le gusta el reguetón la traten de prepago, bruta o mula...
Fútbol, política, música, educación... todo eso se ha vuelto como religión, donde no se admite la duda ni el cambio, donde no es posible entablar una discusión constructiva. La violencia existe en la cultura colombiana y está más arraigada de lo que la gente cree. Obvio que no todo el mundo se ofusca o carece de argumentos para discutir un tema, pero he sido testigo de la transformación de mansas mujeres, devotas cristianas, convertirse en unos completos animales agresivos, como esa vez cuando Diomedes Díaz no fue a un concierto en Medellín y tuvimos que escaparnos de la turba, pero esa es otra historia...
RECUERDO: a mí también me pusieron a marchar en el colegio, obligado, cuando el Gobierno quería que todas las instituciones educativas fueran laicas.
DATO REAL: ESTA ES LA VERDADERA CARTILLA
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