Esta es la historia de un abogado paranóico que estaba desesperado por solucionar su vida sentimental y tras 50 y pico de años de tener malas parejas o ninguna, tuvo la oportunidad de, por fin, dar por terminada su angustiosa y dañina soltería.
Fabiola Antonia Rodríguez Castro* |
Pero era su novia, la única.
A pesar de lo desagradable que parecía, le cantaba a él las canciones de Silvio que tanto le gustan y de vez en cuando lo recibía con empanadas y a veces le daba buenos consejos. Por eso él insistía en visitarla en esa sala cómoda con la esperanza de conocerla mejor y ponerse serio.
Pasaron cuatro años tratando de conocerse mejor y ambos decidieron que era el momento de formalizar la relación. Organizaron una presentación en sociedad para dar la buena noticia de su compromiso, y en pocos meses, efectuar la boda.
En la noche del matrimonio, cuando se le preguntó "¿Acepta a esta mujer como esposa en las buenas y en las malas, en la riqueza y la pobreza, en la salud y en la enfermedad, y se compromete a protegerla y respetarla hasta que la muerte los separe?"
Y él pensaba que era su oportunidad de no seguir solo y quería responder que sí, pero que si ella mejoraba su higiene bucal; que sí, pero si ella dejaba ese hijueputa mal genio por todo; que sí, pero si al menos se depilaba las piernas, los sobacos y "la cosita"; que sí, pero si al menos se lavaba el pelo una vez por semana; que sí, pero si dejaba de tirarse pedos mientras comían y de sacarse los mocos delante de sus amigos.
Luego de pensar todo eso quería responder que no; pero entonces qué tal que se pierda del mejor sexo de su vida, del que hasta ahora no le habían dado nada; que no, pero qué tal que se quede sin ser papá; que no, pero no quería continuar solo; que no, y entonces las cancioncitas de Silvio qué; que no, y recordaba lo que todos sus amigos le decían: "hermano, hay miles de viejas mejores que esa, consígase otra".
El pobre no sabía qué responder porque había cosas de su novia que no le gustaban para nada, pero ella tenía el potencial de hacerlo feliz en cuestiones más importantes, pues según ella, los pelos de los sobacos son solamente apariencias y lo que vale está por dentro; pero ese "por dentro" él no lo conocía de verdad.
Ahora ya no estaba tan seguro de querer casarse con esa novia que esperó durante casi 60 años, estaba pensando en dejarla y conseguise otra novia mejor, pero ¿qué tal que resulte peor, una borracha perdida, o una despilfarradora de la plata?
"Esa pregunta, debería tener condiciones y cláusulas de cumplimiento", respondió el novio agregando, "decir sí o no a lo que me va a cambiar -nos va a cambiar mi amorcito- la vida, creo que es limitado, la pregunta no está bien formulada".
Y todo el mundo en la iglesia lo miró feo mientras se extendían los murmullos.
¿Que si yo voy a votar sí o no en el plebiscito? ¿Que si yo creo que el mecanismo de consulta popular no es idóneo? esa es otra historia...
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*Nombre ficticio para una foto bajada por ahí escribiendo en Google: "hary lady"
Leiga pa que se instruiga: plebiscito y referéndum