20 nov 2014

Vinilos ayer y mañana

Era 1980. Eso lo sé con absoluta certeza porque recuerdo que en esa época estaba en el kinder, en el salón aquel debajo de la iglesia, al lado del osario y la bodega de los santos desvestidos de Semana Santa ¿O era 1979 y estábamos en el otro salón, al lado de la venta de mangos y solteritas? ¡Ah! Todavía no estaba en la Escuela Braulio Henao Mejía, en el barrio López de Mesa de Medellín; digamos que fue en el 80 cuando descubrimos en un armario el disco rojo con manchas negras y nos enamoramos de ese acabado exquisito y atractivo, y como cualquier par de niños de seis años (o cinco), tuvimos la genial idea de sacarlo de su funda y pararnos en él para dar vueltas sobre el piso, una danza ye-ye.

Fue uno de los juegos más entretenidos de mi infancia, casi tan divertido como hacer telarañas con las cintas de cassettes enredadas por todo el apartamento. Lo que no recuerdo es si mi mamá nos dio el muy merecido castigo por estropear su disco original de Da ya think I'm sexy?, de Rod Stewart. Sé que al crecer comprendí, revolcando en mis recuerdos, cuál fue la profanación que mi hermano y yo ejecutamos esa tarde y el amor de una madre es muy grande, porque esa afrenta no tiene perdón.

En mi casa había música en todo formato: en una canasta cuadrada mi papá guardaba unos cartuchos de tangos que sonaba en un aparato betusto, estaban los armarios con elepés de 33 y sencillos de 45 y cajas con los más modernos soportes musicales: los cassettes grabados. Eran los discos los que ocupaban el sitio de honor, que mis papás ponían en una radiola portátil y que al sacarlos cumplían el delicado rito de limpieza con un cojín especial de terciopelo. Ponían la pieza en el tornamesa y delicadamente soltaban el brazo, que ya tenía adherida una moneda de 10 centavos para que la aguja no se atascara en los rayones.

Donde mi abuelito la cosa era todavía peor. El mueble de la música que él mismo construyó ocupaba toda una pared de una sala en la que pasé tardes muy agradables. Unas de esas, oyendo el disco de cartón que mi abuelita había comprado para nosotros y donde se oía: "a cholita le duele una muela/le dolió por morder la cazuela", o esos discos de Disney que venían con el cuento para leer y que al sonar la campanita se pasaba la página. Allá cada uno tenía su colección: él de música clásica, ella de canciones de tríos, pasillos y cosas de esas, y los tíos y mi papá se bandeaban entre porros, vallenatos y "música americana".

A los años mi papá compró el primer equipo de sonido, un Challenger que además tenía doble casetera. Con ese aparato compró dos discos para estrenarlo: Tiempo pa' matar de Willie Colón y La casa del Ritmo de Daiquirí. El pobre Willie sufrió una muerte lenta y dolorosa cuando por olvido se dejó puesto en el tornamesa expuesto al calor del sol y terminó torcido como una oreja, pero aprendimos una lección muy importante.

Them picture disc - King Diamond
Don't break the oath picture disc - Mercyful fate
Live without sense double sleeve - Destruction
Mad butcher picture disc - Destruction
Extreme deformity colour single - Pungent Stench
LIfe is hard colour LP - Lethal aggression
Kill for pleasure colour LP - Bloodfeast
Al crecer llegó nuestro momento de usar el Challenger y pusimos a tronar nuestros primeros discos (prestados) que llegaban por transacciones de amistad en el salón de 9ºH. Esos discos bajaban su sonido por alambres para ser depositados en los cassettes vírgenes que pedíamos de regalo siempre. Una vez mi abuelita nos ofreció de herencia algunos pocos vinilos que dejaron los amigos de un tío fallecido, pues ellos habían "arrasado" con su colección de rock y llegaron a nuestro poder Blizzard of Ozz, Gene Simmons y Flush the Fashion; que fueron robados tiempo después, pero esa es otra historia… y aquí no acaba mi relato.

Lentamente hicimos una colección con discos impresos en Colombia, otros en Estados Unidos y otros en Venezuela. En esa colección fueron entrando también discos europeos muy difíciles de conseguir, algunos con autógrafos y hubo otros discos que no fueron nuestros, sino de amigos, que hemos estimado como piezas valiosísimas y que por circunstancias de la vida, algunos quedaron en nuestro poder y otros desparecieron en cuanto las amistades se desvanecieron por el correr del tiempo. Muy especialmente estimamos:


Y disquitos de grupos como Perseo y Ekhymosis (cuando era bueno) que se lo compré al mismísimo Juanes en la Universidad.

En mi casa tengo un tornamesa de Fresita en el que
pongo los pocos discos que tengo en Canadá 
(en Colombia está el grueso de la colección). 
Escuchar una "pasta" no es lo mismo que oír la música en CD, en cassette y mucho menos en MP3. Envuelve una mística que comienza con explorar el armario con las yemas de los dedos, sacar el disco de la funda, que a veces era una simple bolsa plástica y en otras una pieza de arte con las letras de las canciones, fotos e información sobre los artistas, sigue el olor característico de ese material de petróleo que endulza los sentidos, la textura de los surcos delicados y el arte en el sello o en la misma "pasta". Leer la carátula y ver los detalles de diseño, el aroma del cartón y la tinta, poner el disco con mucho cuidado en el centro del plato y posar el brazo con delicadeza para escuchar lo que a uno lo hace feliz mientras se ve girar la pieza circular.

Escuchar vinilos exige la dedicación de hacerlo, con el avance de la tecnología digital y la Internet uno puede programar que suene música sola por años sin preocuparse por ello, mientras que el vinilo reclama que uno mismo se ocupe de él, que le dedique su atención: no es algo que se puede hacer mientras uno monta en bus, pero es algo que se puede hacer en la comodidad de un sillón con una cerveza en la mano.

Todos nuestros discos se han mantenido impecables, salvo uno que nos prestaron, el I'm the Man de Anthrax que estaba engrasado y se me resbaló y se quebró contra el piso; hubo que reponerlo, pero esa es otra historia…

PARA QUE APRENDA: ¿Cuál es la diferencia entre los discos de pasta, los acetatos y los vinilos? Este señor les responde

2 comentarios:

  1. Mierda, y pensar que yo alcancé a oir "pastas" de 78 rpm de Palito Ortega, Enrique Guzmán y otros de la época que mi mamá atesoraba como nada. Eran los principios de los 70's y los sonaba en una 'radiola' Philips (¿o era Grundig?, no recuerdo bien) que había en la casa, heredada de una tía-abuela. En la misma radiola fue que a mis 5/6 años, justo en un diciembre, cayó de regalo un disco de esos que daban de aguinaldo las empresas (cuando se daban esos lujos), recuerdo que era uno doble, carátula verde, de Cartón de Colombia, y en la cara A del disco 2, venían junticos "Whole Lotta Love", e "In a Gadda da Vida". Por eso y más, me da cierta nostalgia todo ese ritual que describís en torno al vinilo, es algo que las nuevas generaciones no conocerán. Si acaso, comprar y CD y que, tal vez, traiga un booklet bien ilustrado, pero nunca se igualará a la magia de, por ejemplo, abrir ese Alive II, y ver esa fotaza del centro... ¡ufff!, y como ese, tantos otros. En fin...

    ResponderBorrar
    Respuestas
    1. http://i110.photobucket.com/albums/n91/peter2174/Kiss/Alive2.jpg

      Borrar