Creo que la primera vez que tuve ese sentimiento como de amargura extraña fue cuando se murió Freddy Mercury y el mismo día se murió Eric Carr. El primero conocido por casi todos los que lean este texto, el segundo, conocido por roqueros y metaleros. El primero murió por una pulmonía, que lo mató a causa de su deficiente sistema inmunológico acabado por el sida; el otro murió tras sufrir varios años con un tumor cerebral al que nunca pudo ganarle la batalla, y fue así como KISS perdió a su segundo baterista.
Hace un tiempo murió Diomedes Díaz, "el cacique de la junta", que nunca fue persona de mis agrados (ni hizo música de mis agrados), y a pesar de que reconozco su talento y la influencia en la cultura colombiana, es una de esas muertes que en mí no produjo ninguna emoción triste. Y es que así es: nos dejamos conmover por las muertes de quienes en vida nos conmovieron.
El Jueves Santo de 2014 murieron en circunstancias diferentes Gabriel García Márquez y Cheo Feliciano. Si usted no sabe quiénes son, le aconsejo que navegue un ratico en Google y se documente. Con esas muertes, y aunque me arrojen a un hormiguero, tampoco se me han movido mis fibras… del escritor he leído muy poco y del músico he escuchado un poquito más, pero no es el tipo de sonido que me cautiva.
Lo mismo le pasará a usted, si no sabe quién era Peeter Steele. Cuando murió yo me sentí triste, su música ha sido un gran influencia en mi vida y ni qué decir de las muertes de Ronnie James Dio y Jeff Hanemann. Dio, un cantante excelso de rock y heavy metal murió por cáncer de estómago y Hanemann por deficiencia hepática, producto de muchos años de alcoholismo y una intoxicación severa por la picadura de una araña.
Cuando ellos murieron, sentí como si un familiar hubiera partido para siempre, quizá lo mismo que pudieron sentir muchos colombianos mayores de 20 o 25 años cuando murió Fernando González Pacheco. Casi todos crecimos viéndolo en todo tipo de programas de televisón y fuimos educados y entretenidos con su estilo y trabajo.
Pero la idea no es hacer una lista funeraria
Cuando un famoso se muere, resulta que todo el mundo se pone triste y aparecen conocedores de su vida y obra por todas partes, como las moscas en un basurero. En Facebook, Twitter y demás plazas de expresión aparecen las fotos en blanco y negro con una frase del difunto acompañada de una carita triste :(
Cuando Steve Jobs desapareció todo el mundo resultó acongojado porque había muerto una gran influencia en su vida, cuando murió Nelson Mandela faltó muy poco para que hicieran una petición en alguno de esos sitios para nombrarlo santo universal. Dice la cultura popular que "no hay muerto malo".
Hay personjes que a pesar de haber llevado una vida llena de conductas dudosas, logran marcar con su obra a miles de personas, y en eso no vale señalar a un estilo musical o a otro, a un arte o al otro. Todos somos susceptibles de cometer errores, de vivir en los defectos y de permanecer en los vicios. Tan reprochable es la historia de vicio del Cacique como la de Elvis Presley. Ambos personajes fueron un pésimo ejemplo como seres humanos, pero que con su obra, marcaron estilos y géneros que dejaron una huella innegable.
Hay muertos malos, y muchos, pero todos habrán tenido quién los llore, Dandenys Muñoz Mosquera tuvo una familia que lo quiso y lo lloró, lo mismo "Raúl Reyes" -MIRE ESTA FOTO BAJO SU PROPIO RIESGO- y hasta Mohamar Al-Khadaffi. A ellos también les publicaron cosas, quizá no en Facebook, pero hubo quienes se entristecieron con sus muertes.
Es doloroso cuando un famoso se muere, más triste cuando un famoso de uno se muere, pero la muerte aunque indeseada, es algo inevitable. Lo que tienen ellos, que no tendremos muchos de nosotros es esa capacidad escasa para trascender y dejar una influencia duradera en las personas.
Dos balazos por la espalda acabaron con John Lennon, pero su música y su forma particular de ver la política y la religión siguen haciendo un eco mucho más poderoso que el estruendo de los disparos que lo mataron. Cuando escucho Orion me siento feliz, agradezco que Cliff Burton haya aportado con su genio y talento… prefiero pensar en lo que mis famosos han dejado para mí y para los que vienen, que en las circunstancias de sus muertes.
Quizá un homenaje digno para todas esas celebridades, mejor que decir "paz en su tumba", sea hacer lo que hacen muchos, celebrar su obra y disfrutar eso que nos ha conmovido. La tristeza llega por esos de quienes sabemos algo y de quienes conocimos vivos de alguna manera… no conozco el primero que esté triste por la muerte de Galileo Galilei o de Aristóteles, están muy lejos en el tiempo y su obra ha sido mucho más influyente que un libro premiado, pero esa es otra historia.
Un sitio donde las opiniones particulares no tienen censura, el método es la duda, buscar la verdad no es necesario, solamente ponerla en juicio.
17 abr 2014
15 abr 2014
Lo que tuve a los 12 años
“Recordar es la única manera de detener el tiempo.”
Jaroslav Seifert (1901-1986)
A los 12 años tuve ganas de tocar en la Banda Marcial Sergio Giraldo Gómez del colegio de la Universidad Pontificia Bolivariana, cuando todavía era marcial (ya es la banda músico-marcial). Yo quería tocar corneta, pero casi todos los niños querían lo mismo, de manera que me sugirieron tocar caja… o sea, un redoblande pequeño. Hoy, ya mucho más viejo de vez en cuando toco guitarra eléctrica.
A los 12 años tuve la custodia de la caja #27, que coincidía con mi número de la lista en el grupo 7ºI. Era una de los pocas que sonaba bien y no como una cacerola de aluminio y por eso la cuidé mucho, con celos rabiosos -durante casi un año- hasta que fui ascendido a tocar redoblante (grande). Ahora me encargo de cuidar a mi familia, no con celos rabiosos, sino con un amor inexplicable.
A los 12 años tuve unas pelusas en el bozo, pero tuve la osadía de robarle a mi papá una máquina de afeitar desechable y no dejé prosperar el aterciopelado "bozo 'e lulo" con afeitadas cada mes más o menos. Ya me tengo que afeitar diariamente, pero me da muchísima pereza y me dejo una barbita de chivo donde ya me salen algunas canas.
Alos 12 años tuve la primera verdadera traga, una cuestión no muy secreta, por una muchacha que tocaba platillos. Pero a los 12 años ni nunca tuve el valor de siquiera decirle "hola" ni confesarle mis emociones… y nunca supe si ella supo. Ahora no dejo pasar un solo día sin decirle a mi esposa y a mi hijo que los amo, cada vez que siento el impulso de hacerlo.
A los 12 años tuve ganas de ir a mi primer concierto de rock. Barón Rojo se presentaba en Medellín, pero no obtuvimos el permiso paterno porque eso iba a "estar lleno de mariguaneros y de pronto es peligroso". Hoy sé que es mucho más peligroso un fanático religioso que cualquier mariguanero; y ya perdí la cuenta de cuántos conciertos he visto en vivo; y de Barón Rojo me saqué la espina en el 2009 -creo-.
A los 12 años tuve una bicileta Monark de cross, plateada con negro, muy buena, que pedaleaba en muchas calles del barrio Laureles, pero nos fue robada uno o dos años después. Ahora tengo un carro plateado con negro para llevar ocho personas, pero no me sirve para hacer los piques y derrapes que lucía por las rampas de la iglesia y el Mercafácil (hoy supermercado Tomate).
Alos 12 años tuve cursos de Karate-Do y alcancé el cinturón amarillo, pero antes de presentar el examen de ascenso que nos hubiera hecho saltar el naranja y ganar el azul (los rangos de Karate-Do), abandonamos porque varias veces me rompí el pulgar del pie con unos huecos del Dōjō y la pereza para tomar el transporte público vespertino era superior a nuestra voluntad deportiva. Ahora cuando el clima lo permite juego sóftbol en una liga mixta y tengo las ganas que no tuve de niño para muchas cosas.
A los 12 años tuve la primera gran amigdalitis con fiebre de 39ºC, pero con benzetacil se me quitó en una semana y se convirtió en una molestia recurrente cada marzo todos los años hasta que cumplí 18 y el ron y la cerveza en la universidad aniquilaron las bacterias definitivamente. Ahora la amigdalitis es cosa del recuerdo y tengo otros padecimientos invisibles que traen la edad y el desgaste.
A los 12 años tuve el honor de ser "el llavero" del salón y ser siempre el primero en llegar para abrir la puerta de 7ºI. Cumpliendo mi labor notaba que todas las mañanas eran brumosas, aunque hubiera un sol espléndido y concluí que el clima estaba loco. Pero cuando comenté en mi casa el fenómeno atmosférico, mi papá decidió llevarme donde el optómetra.
A los 12 años tuve mi diagnóstico de queratocono y mis primeras gafas. A los 25 tuve mi primera queratoplastia penetrante, o en lengua vulgar: trasplante de córnea, pero esa es otra historia.
DATO IDIOMÁTICO: marcial es un término referido a la guerra, por el dios Marte (lat. martiālis), por eso también se le llamaba la "banda de guerra".
8 abr 2014
Pasaron 24 años hasta que vi a Black Sabbath
Ya conté una vez cómo Black Sabbath fue una enorme influencia en mi desarrollo metalero y desde que grabamos ese caseto de "pananoib" tuve ganas de verlos en vivo y en directo, pero primero viví en Medellín, Colombia; donde tener un concierto de estos magos era cosa imposible en esa época, y luego en Montreal, la gira no pasaba por aquí.
Antes pude ver a Ozzy con su banda y era como tomarse una Coca-Cola blanca y sin gas… le faltaba ese detalle especial.. Disfruté como loco ese concierto que abrió Halford, pero la magia estaba incompleta.
Tiempo después tuve la oportunidad de ver Heaven and Hell, que es una formación de Black Sabbath con Dio y Vinny Appice, donde abrieron Down y Megadeth; y estar ahí escuchando las canciones de Heaven and Hell, Mob Rules, Dehumanizer y The Devil You Know fue mágico. A pesar de ello, estaba un poco inconforme porque tener a Tonny Iommi y Geezer Butler ahí sin escuchar canciones clásicas, era como tomarse una Coca-Cola sin dulce y al clima… le faltaba ese detalle especial.
Anoche y después de esperar 24 años, pude ver, por fin, a unos de mis viejitos favoritos haciendo lo que mejor saben: tocando la música de Black Sabbath con Ozzy Osbourne. Como compré mi boleta solo, pude encontrar un buen lugar a pesar de que tardé varios meses en hacerme al tiquete luego de que se abriera la venta al público. Esperé otros meses para que llegara la fecha indicada. Estaba en el piso de Centre Bell, en la silla M29… una distancia óptima para las fotos y el disfrute. Eramos solamente yo y 14.999 metaleros de todas las edades -porque hasta había niños- esperando ese gran momento, cada uno en su silla.
Abrió Reignwolf, un grupo extraño al que no le tenía mucha fe, pero que me dejaron boquiabierto con la música, su energía y su talento. El cantante y guitarrista resultó ser un maestro de las Gibson que no sé si estaba pasado de feliz o se había comido unos champiñones mágicos. Ese tipo terminó el show tocando guitarra y batería al mismo tiempo… una cosa que nunca había visto.
Cuando empezó a tocar Black Sabbath yo casi lloro, arrancaron con War Pigs y de ahí siguieron dos horas de clásicos y tres canciones del disco 13. Con cada una grité las partes de las letras que me sabía, brinqué otras y volié la greña al ritmo de los impresionantes riffs de Iommi. Las proyecciones en pantalla gigante daban mucho contenido a las letras y "decoraban" muy bien las canciones… sobre todo esas cuyas letras son "de terror", pero la que más impactó, fue la proyección para Dirty Woman: puras mujeres vintage (bonitas) mostrando el "teterao" ya fuera bailando, seduciendo o simplemente asoleándose… hasta artístico.
Casi me muero cuando tocaron N.I.B.
Allá era parte de una masa, pero estuve solo. Me sollé el concierto solo tal y como compré la boleta, como si las casi 15 mil personas no estuvieran ahí. Me hubiera gustado mucho poder compartir esa felicidad con mi esposa, mis hermanos, mis hermanos metaleros (ellos saben quiénes son) y con mi hijo, que ya sabe qué es Black Sabbath y me dice que lo ponga en el carro cuando vamos a la guardería, pero esa es otra historia.
GUAYABO DE METALERO VIEJO: No tengo -como por obra del diablo- ninguno de los síntomas que se sufren al día siguiente de un concierto. Tengo, eso sí, un recuerdo inolvidable, otro más, pero no del concierto. Esta mañana cuando fui a despertar a mi hijo, él se alegró mucho al verme "ya volviste papá, ¿ya se acabó el concierto?". Al abrir del todo sus ojitos vio un globo morado que le llevé. "¿me trajiste una bomba? ¿de quién es?" "Es una bomba de Black Sabbath hijo, del concierto de Black Sabbath". Me abrazó feliz.
Antes pude ver a Ozzy con su banda y era como tomarse una Coca-Cola blanca y sin gas… le faltaba ese detalle especial.. Disfruté como loco ese concierto que abrió Halford, pero la magia estaba incompleta.
Tiempo después tuve la oportunidad de ver Heaven and Hell, que es una formación de Black Sabbath con Dio y Vinny Appice, donde abrieron Down y Megadeth; y estar ahí escuchando las canciones de Heaven and Hell, Mob Rules, Dehumanizer y The Devil You Know fue mágico. A pesar de ello, estaba un poco inconforme porque tener a Tonny Iommi y Geezer Butler ahí sin escuchar canciones clásicas, era como tomarse una Coca-Cola sin dulce y al clima… le faltaba ese detalle especial.
Anoche y después de esperar 24 años, pude ver, por fin, a unos de mis viejitos favoritos haciendo lo que mejor saben: tocando la música de Black Sabbath con Ozzy Osbourne. Como compré mi boleta solo, pude encontrar un buen lugar a pesar de que tardé varios meses en hacerme al tiquete luego de que se abriera la venta al público. Esperé otros meses para que llegara la fecha indicada. Estaba en el piso de Centre Bell, en la silla M29… una distancia óptima para las fotos y el disfrute. Eramos solamente yo y 14.999 metaleros de todas las edades -porque hasta había niños- esperando ese gran momento, cada uno en su silla.
Abrió Reignwolf, un grupo extraño al que no le tenía mucha fe, pero que me dejaron boquiabierto con la música, su energía y su talento. El cantante y guitarrista resultó ser un maestro de las Gibson que no sé si estaba pasado de feliz o se había comido unos champiñones mágicos. Ese tipo terminó el show tocando guitarra y batería al mismo tiempo… una cosa que nunca había visto.
Cuando empezó a tocar Black Sabbath yo casi lloro, arrancaron con War Pigs y de ahí siguieron dos horas de clásicos y tres canciones del disco 13. Con cada una grité las partes de las letras que me sabía, brinqué otras y volié la greña al ritmo de los impresionantes riffs de Iommi. Las proyecciones en pantalla gigante daban mucho contenido a las letras y "decoraban" muy bien las canciones… sobre todo esas cuyas letras son "de terror", pero la que más impactó, fue la proyección para Dirty Woman: puras mujeres vintage (bonitas) mostrando el "teterao" ya fuera bailando, seduciendo o simplemente asoleándose… hasta artístico.
Casi me muero cuando tocaron N.I.B.
Allá era parte de una masa, pero estuve solo. Me sollé el concierto solo tal y como compré la boleta, como si las casi 15 mil personas no estuvieran ahí. Me hubiera gustado mucho poder compartir esa felicidad con mi esposa, mis hermanos, mis hermanos metaleros (ellos saben quiénes son) y con mi hijo, que ya sabe qué es Black Sabbath y me dice que lo ponga en el carro cuando vamos a la guardería, pero esa es otra historia.
GUAYABO DE METALERO VIEJO: No tengo -como por obra del diablo- ninguno de los síntomas que se sufren al día siguiente de un concierto. Tengo, eso sí, un recuerdo inolvidable, otro más, pero no del concierto. Esta mañana cuando fui a despertar a mi hijo, él se alegró mucho al verme "ya volviste papá, ¿ya se acabó el concierto?". Al abrir del todo sus ojitos vio un globo morado que le llevé. "¿me trajiste una bomba? ¿de quién es?" "Es una bomba de Black Sabbath hijo, del concierto de Black Sabbath". Me abrazó feliz.
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