Uno de mis primeros trabajos como periodista fue actualizar los contenidos de un portal gringo "made in Medellín" dirigido al público latino. Entre las informaciones que debía poner al día estaba la página del horóscopo, una de las más visitadas, según me dijeron los jefes. Atendiendo a lo aprendido en la universidad en ética periodística, yo estaba preocupadísimo por enfrentar esa labor: en primer lugar mis conocimientos de astrología eran muy pobres, y en segundo lugar; me parecía un insulto a la profesión dedicarse a escribir las predicciones de la semana.
"Relájese con eso, escriba cualquier mi*rda", me dijo uno de ellos, y tras superar un terrible dolor profesional de dos segundos, sonreí con una mueca diablesca y me convertí en el astrólogo de Q-bueno.com. Ni busquen el sitio, eso quebró un poco después de que entrara a trabajar y no existe hace más de 15 años. Escribía parrafitos breves en los que auguraba lo de siempre: una sorpesa, una persona de quién cuidarse y una virtud para mejorar. A eso le mezclaba amor, trabajo y diversión como en una especie de matriz en la que los elementos cambiaban cada semana según el signo, pero nunca tuve que ser muy creativo, todo estaba casi hecho.
"Capricornio. Mantente atento a nuevas ofertas laborales. Recibirás una expresión amorosa de alguien inesperado. Concéntrate en desarrollar tu responsabilidad. Número de esta semana: 58. Color: verde pistacho."
Fueron como seis semanas en las que me dediqué a reescribir noticias fusiladas y a inventarme el horóscopo, en las que me convencí de que estas ciencias ocultas tienen muy poco de ciencia y mucho de oculto. Lo que aparecía en los libros de mi colección siempre era muy vago y una vez, por informaciones de una persona conocida, supe que en un antro del saber esotérico ofrecían un curso barato de astrología y filosofía oriental.
Eso tal vez cambiaría mi vida, mi profesión, mi manera de pensar
Estaba muy entusiasmado con el doble curso y hasta me compré un cuadernito para tomar nota juiciosamente. La sede de entonces quedaba en el barrio Laureles, de Medellín, cerca de la muy célebre "casa del millón" que ya no existe ni en fotos. En el curso éramos siete u ocho personas, y yo era el único extraño que no hacía parte de la "hermandad" de esa fundación, como era de esperarse me acogieron bien. Todos siempre tenían una sonrisa en la cara sin importar nada… ¡hasta miedoso!
Cuando la profesora comenzó su discurso sobre la astrología, no me pareció tan descabellado. Ella inició explicando la influencia que tiene la Luna sobre las mareas, la gravedad de la Tierra y su rotación, los procesos agrícolas, los vientos y hasta en el ánimo de las personas. Agregó que así como nuestro satélite modifica todo en el planeta, de igual manera sucede con la influencia de los otros planetas y el sol.
En breve, el curso enseñaba cómo construir una carta astral con sus 12 casas, ubicar los planetas según las fechas y horas, trazar los aspectos: las conjunciones, alineaciones y cuadraturas y determinar así la personalidad y futuro de una persona declarando su signo zodiacal y el ascendente que le corresponde.
Abundancia de helechos Foto tomada de http://lavidapanoramica.org/ |
Ella no pudo más que chapalear en palabras y en breve dijo que la astrología es una ciencia muy antigua y que en su desarrollo no tenía en cuenta "todo ese montón de cosas, sino lo más importante". Hice mi mejor intento para mantener un rostro frígido y mudo. A pesar del bache cognitivo en esta ciencia antigua, decidí darle la oportunidad al curso para tener más conocimientos al respecto, a pesar de que no estuviera a la altura de la modernidad. Tal cual como he leído sobre otras cosas. El colmo fue en otra ocasión cuando no tuvo respuesta, ni siquiera balbuceos, para mi pregunta sobre los gemelos y la carta astral.
Continué como dos o tres clases más, pero lo que hizo que en definitiva abandonara mi puesto en esa institución, fue la cara del profesor de filosofía oriental cuando le dije que el Budismo es una paradoja sin sentido porque dicen que para llegar al Nirvana hay que eliminar el deseo, pero necesariamente eso implica el absurdo del "deseo de eliminar el deseo". El pobre tipo, peor que la profesora de astrología se transformó como Popeye con las espinacas, pero esa es otra historia.
En conclusión, hay terrenos del conocimiento donde la curiosidad y la duda no tienen cabida
REMATE: mi compañero de trabajo, Marcel Hubert, siempre trae los periódicos gratuitos que reparten en el metro. Se me arrimó en la mañana con el diario 24 Heures a preguntarme "qué idioma es ese" mientras me señalaba su signo zodiacal en la página del horóscopo… Ver lo publicado motivó escribir sobre la validez de esta ciencia milenaria, ahí les dejo.
DATO 1: el antro esotérico es la Fundación Nueva Acrópolis, una secta destructiva que se cobija con los cuentos de la nueva era y básciamente, "se cagan" en la gente que va allá, pero esa también es otra historia.
DATO 2: haga su carta astral
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