También iba otro colombiano recién llegado, que vivía en el mismo edificio, entonces al menos nosotros tres nos hacíamos compañía si las cosas no salían bien. Le dije que conversaba con mi esposa y le confirmaba, él vendría más tarde con más información y a recogerme.
¿Reunión de hombres? Eso me sonaba sumamente sospechoso. Podría ser cualquier cosa:
- Ir a ver un partido de fútbol o de hockey
- Ir a un bar de bailarinas desnudas
- Ir a jugar billar
- Sentarse en un bar a hablar mierda
- Hacer un asado con mucha grasa y cerveza
- O una cosa bien marica
Yo no estaba para nada entusiasmado, pero ella me convenció de acompañar al vecino. También a mí me convendría hacer nuevas amistades para ampliar mi red social y "ventilarme" por un rato haciendo algo distinto.
Cuando llegó el vecino, confirmó que se trataba de un asado de salchichas -ya capto: reunión de hombres- para conversar tranquilamente sin las familias, o sea, sin señoras ni niños. Mi esposa y yo nos miramos, y aunque dudando, aprobamos mi partida a esa reunión de hombres. Debíamos recoger en el camino a un par de personajes más.
Yo me babeaba, y a propósito me fui sin comer. Al llegar al primer destino, desembarcamos y tocamos la puerta para llevar a los otros hombres que participarían del asado. Salieron de la casa varios tipos y una señora, uno de ellos con librito debajo del sobaco y todos se saludaban y presentaban: "el hermano Tal", "el hermano Pascual".
Reunión de hombres
- Hacer un asado con mucha grasa y cerveza
- O una cosa bien marica
"Esto no pinta bien, pero esperemos a ver qué pasa", pensaba. Ellos aclararon que el asado era en la casa de otro "hermano" que vivía más lejos, en una casona al borde del río y que la velada sería excelente. Llegamos a la casa y nos invitaron a pasar fuera, no conocimos la casa por dentro; pero sí lo que el dueño había dicho que había pagado por ella y la trágica historia de fracaso y éxito que lo llevaron a tener tan exquisita propiedad.
Yo esperaba las salchichas y la cerveza.
1, 2, 3, 4; 1, 2
"Seguramente luego traen el resto", soñaba esperanzado: "más salchichas, costilla, mazorcas, cebollitas, chuzos y la cerveza". El anfitrión regresó a la casa y yo sonreía imaginando la comida. Al llegar, sacó un cuchillo y partió las salchichas y los panes de manera que contara para siete u ocho tipos.
"¿Cuánto fue que dijo que le costó la casa?" ¡Y dicen que están esperando más invitados… no joda! Me comí mi pedacito de salchicha y el pedacito de pan y traté de hacerme al ambiente. Luego del banquete, uno de los asistentes, el del librito, lo abrió y leyó no sé qué pasaje de la Biblia sobre el matrimonio y luego invitó a los comensales a que cada uno compartiera cómo había sido su experiencia de matrimonio bajo los ojos de Dios.
Yo miraba a los otros dos colombianos con esos ojos que solamente conoce Chuck Norris cuando se ve al espejo. Me sentía atacado en mi ingenuidad, estafado estomacalmente, violado ideológicamente y ahora arrinconado en una conversación de la que sin duda alguna, mi interés era más pobre que la comida.
Decentemente esperé mi turno para responder y hablé cualquier cosa sin involucrar la cita del libro, al terminar saqué mi celular para antender una llamada de mi esposa, mi hijo estaba enfermito y debía salir lo más pronto posible. Le hice el guiño a mi nuevo vecino y en pocos minutos partimos. Al llegar, en el carro hubo una breve conversaión sobre escepticismo, comportamiento de rebaño y la perspectiva de las hormigas, muy interesante por demás, pero a pesar de esa conversación el único que todavía sigue siendo el mismo fui yo, los otros dos siguen yendo a las reuniones de hombres, pero es es otra historia…